domingo, 23 de julio de 2006

Love Parade

Hace unas semanas hablábamos de la fiesta del Orgullo Gay y nos planteábamos la pregunta de si en ella había realmente reivindicación político-social o sólo puro hedonismo. Nunca he tenido el placer de presenciar “el Orgullo” porque en torno a las fechas en que se celebra yo ya estoy tostándome al sol en la playa (no sé si os acordaréis, queridos, pero los universitarios disfrutan de un laaaaargo verano), pero sí he sido testigo del Love Parade.
“Love Parade”. “Desfile del amor”. ¿Hay que desfilar por él? Por supuesto, pensé yo al enterarme de que justo en mi año berlinés el festival volvería a celebrarse, tras un bienio de pausa. ¿Hay amor en él? Bueno, llamémoslo amor, llamémoslo erotismo… Lo que está claro es que en la cantidad de cuerpos esculturales semidesnudos el desfile berlinés no desmerece del de los orgullosos homosexuales madrileños.
¿Y la reivindicación político-social? A los escépticos pedantes que duden que una música como el techno, desprovista incluso de letra, encierre un contenido político, les cuento que cuando el Love Parade nació en 1989 por iniciativa del mítico y en Alemania venerado Dj. Dr. Motte, el festival tenía el carácter de una manifestación a favor de la paz y el diálogo internacional (no olvidemos que a pocos cientos de metros de donde en aquel momento se celebraba todavía estaba en pie “El Muro”).
Yo tenía claro que esa conciencia social ya no estaría presente, que hoy ni hay hippies ni muro, pero desgraciadamente también faltaba ese componente hedonista, ese “¡celebremos la belleza y la juventud!”: El sábado por la Straβe des 17. Junis sólo desfilaron adolescentes con engominadas crestas que sus propias madres habían peinado, ebrios extranjeros de piel roja y prominente barriga cervecera, y jóvenes bakala-chungos” (con el cerebro más pequeño y frito que el propio bacalao). La música tampoco hacía el desfile más agradable; no por techno, sino por mala. Y el espectáculo, ídem: lo que yo me esperaba que fuese poco menos que un mini-Ibiza plagado de go-gos contorsionistas y espectáculos de fuego, resultó ser un puñado de decepcionantes camionetas sobre las que iba montado otro puñado de colgados que sin mucho éxito intentaban llamar la atención de los de abajo con sus patéticos movimientos de borrachos.
“Love Parade”. “Desfile del amor”.
¿Hay amor? -¡¡¡¿Cómo se supone que debo amar a los parroquianos arriba descritos?!!!
¿Hay que desfilar? Como bien decía mi querido compañero de piso… Einmal ins Leben – Una vez en la vida.

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viernes, 21 de julio de 2006

La canción del verano

Hablaba el otro día con Rfa. sobre cómo cambia nuestra impresión sobre el verano a medida que vamos cumpliendo años, sobre cómo con el tiempo idealizamos nuestros primeros veranos. Porque, reconozcámoslo, el verano es para los adolescentes. El mundo se detiene durante dos meses y las reglas que rigen el resto del año se relajan. Las primeras noches en blanco, los primeros tocamientos rebozados en arena, los días contados de la mayoría de las relaciones dan al verano una sensación de intensidad difícil de conseguir durante el resto de estaciones.

Y toda estación tiene su banda sonora. Cuando pensamos en las canciones de verano vienen a la mente las clásicas conversaciones de chiringuito sobre Georgie Dann o la Lambada, sobre bailar toda la noche y amar bajo el sol, canciones de temporada premeditadamente efímeras. O sobre los tópicos californianos del surf y el “dos chicas para cada chico”. O sobre el dub de los chiringuitos cool. Pero hay otra música del verano, canciones que hablan de nostalgia, de veranos que ya han pasado y nunca volverán. En mi disco estrella particular están, al menos, las siguientes:

Summertime, The Sundays. Pop perfecto. Escritura automática, personajes solitarios que se buscan y parejas esperando el anochecer en el parque cogidos de la mano. Evocadora.

How I Long to feel that summer in my Heart, Gorky’s Zygotic Mynci. Entonces nada podía ir mal, y mañana Dios dirá. Nostalgia en estado puro.

That summer feeling, Jonathan Richman. Al eterno adolescente le persiguen sus veranos. Rodillas peladas, amigos de temporada y el dulce no hacer nada. Jonathan, no crezcas.

Girls of summer, Arab Strap. El verano de los perdedores. Iremos al pub de siempre a mirar los hombros pelados de las chicas y nos emborracharemos y dormiremos solos como siempre, y mañana sudaremos nuestra resaca hasta el momento en que todo empiece de nuevo. Demasiado patético para ser mentira.

Summer dress, Red House Painters. Un beso en la orilla, porque los guapos también sufren, que diría Eef Barzelay. No podría ser más triste. En serio.

Summer of the drugs, Soul Asylum. No es sólo un verano, es una época. Los hijos del movimiento hippy también tienen sus reproches. Las partículas elementales resumidas en 4 minutos y 10 segundos.

Heavy metal drummer, Wilco. Un elemento nuevo: los festivales de verano, o cuando el heavy metal era la música de la juventud y Kiss lo único que importaba. Bendita inocencia.

Nightswimming, R.E.M. "Todo esto se acaba/ consumido por el día a día/ [...]Se acerca Septiembre". Desoladora.

La playa, Los Planetas. La otra cara de los amores de verano, la de los que se quedan atrás. Y J. que construye otro de sus himnos de rencor que prácticamente toda una generación ha escuchado compulsivamente poniendo cara y nombre a su colección de reproches.

¡¡Feliz verano a todos!!

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viernes, 14 de julio de 2006

Camino a Guantánamo.

El otro día estuve viendo Camino a Guantánamo, de Michael Winterbotton y Matt Whitecross, y me enfadé mucho con George Bush. Ahora, sin embargo, ya ha pasado el tiempo. Mis impulsos revolucionarios se han apaciguado y puedo contemplar la cinta como lo que realmente es: cine. Y la pregunta que me hago es inevitable. ¿Se trata de buen cine o de un simple panfleto con fecha de caducidad?
Empecemos por el principio: todo el que os diga que Camino a Guantánamo es un documental os está engañando. Nada más lejos de la realidad. Si te paras a pensar un poco, te das cuenta de que en el fondo es una típica película de género. ¿De género? Efectivamente. Y repleta de clichés, además.
Igual que hizo en 24 hour party people, Michael Winterbotton ha dividido su historia en dos. Toda la primera parte, donde conocemos a los personajes y sabemos cómo han llegado a ser prisioneros de Estados Unidos, pertenece al género de las aventuras. Pensad, por ejemplo, en cualquier título de Indiana Jones. ¿Cuáles son los ingredientes? Fácil: un viaje, escenarios exóticos, lugareños con los que es imposible entenderse y una circunstancia inesperada que te obliga a cambiar los planes cada cinco minutos. Todos esos tópicos aparecen también en Camino a Guantánamo.
La segunda parte, a su vez, pertenece a un género cada vez más definido: el de los campos de concentración. En realidad, este género no pasa de ser una variante de las clásicas historias carcelarias de toda la vida. Lo que ocurre es que como los judíos no dejan de dar el coñazo con su holocausto, al final han logrado que podamos hablar de un género nuevo. Supongo que no hace falta que os enumere los lugares comunes, ¿no? En este tipo de películas nunca faltará un oficial sin escrúpulos que trata fatal a los prisioneros, un soldado que les grita cuando peor lo están pasando, un momento de camaradería entre rejas y algún que otro destello de humanidad inapelable. Pues bien: Winterbotton y Whitecross no se han dejado ninguno en el tintero.
Los que me conocéis bien sabréis que adoro los géneros. Me fascina el reto que supone contar una historia nueva con los mismos ingredientes que todo el mundo ha usado antes que tú. Pero claro, también hay que asumir las limitaciones de este juego. Si manejamos sólo clichés y tópicos… ¿podemos ser verosímiles? Al fin y al cabo, Camino a Guantánamo es una película con pretensiones documentales. ¿Es posible reflejar la realidad a partir de estereotipos? A la vista del resultado, yo creo que sí. Y precisamente por eso la película es todavía mejor de lo que parecía al principio. Michael Winterbotton y Mat Whitecross han logrado conciliar su ortodoxia cinéfila con una asombrosa capacidad de observación. Filmada en un estilo crudo y frenético, la película respira vida. Uno puede sentir el calor del mediodía cubano o el frío del noviembre afgano, la angustia de los calabozos y la desesperación de la nostalgia. Y al mismo tiempo, disfrutar con una carrera frenética o -es un decir- con una buena escena de tortura. En este sentido, opino que Winterbotton ha conseguido lo que todo buen director debería aspirar a lograr: que su película sea intemporal. Camino a Guantánamo es un título de rabiosa actualidad que todo el mundo debería ver AHORA MISMO, pero también es una película que seguirá teniendo interés cuando ya nadie se acuerde de Bush o Bin Laden. Andad, id a verla y ya me contaréis. Es cine.

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martes, 11 de julio de 2006

Lady Dodi

Esta mañana me retuerzo de estupor, homenajeando a Rfa., al leer el siguiente titular mientras pensaba una entrada sindrogámica: “Lady Di. Revelan que su novio Dodi tenía el pene al aire cuando murieron”. Si bien es verdad que este asombroso titular aparecía en el diario gratuito 20 Minutos, no debería restarle credibilidad, a pesar de lo lejano de este acontecimiento y lo sugerente de su publicación.

Más adelante, alterado por el interés que me despierta la noticia sólo descubro, en el interior de este diario mañanero, una pequeña columna donde leo que el primer fotógrafo en llegar al accidente relata como al abrir la puerta del coche descubrió los cuerpos yacentes de la ex-princesa y del millonario, permaneciendo este último en su asiento con “el sexo al aire”.

Y claro, yo que soy muy suspicaz, me pongo a sospechar e imaginar sobre la realidad de sus actos y de sus intenciones. ¿Estarían pertrechando una felación? ¿O simplemente una rutinaria masturbación? Aún más, ¿serían los prolegómenos del acto sexual? (Uf, acto sexual, parezco un papista de ésos que creen que la familia sólo les pertenece a ellos). ¿Y si realmente estuvieran enamorados? Aunque seguramente sólo fuera producto del superhostión.

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lunes, 10 de julio de 2006

Golpe físico y verbal: Zidane y Materazzi

Está claro que Zidane le dio un cabezado en mitad del esternon a Materazzi, y también está claro que nadie trata de justificarlo. El golpe físico lo captaron las cámaras. Pero lástima que nadie pudiera captar las palabras que Materazzi le dijo a Zidane, el golpe verbal, y que le hicieron darse la vuelta y pegarle un cabezazo tan fuerte como aquel último que, lástima, no fue gol. Dudo que lo que le dijera fuera muy deportivo, de hecho Materazzi tiene un hitorial bastante “chungo”. En el patio del recreo diríamos que empezó Materazzi… ¿se defendió Zidane? Materazzi no lo confesará… ¿sacará Zidane a la luz ese golpe verbal que recibió de Materazzi? ¿Alguien sabe leer los labios en italiano?

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Monarquía, República y Rafael Reig

No nos hemos enterado, yo al menos, pero ocurrió hace ya unos meses, en Móstoles, Madrid, y es que gritar ¡viva la república! y ondear al mismo tiempo la bandera tricolor, señoras y señores, es delito. La crónica escrita por mi queridísimo Rafael Reig lo ilustra muy bien, y de ahí he escogido este extracto que seguro que no os pasa inadvertido. Dice: Puede que el rey sea estupendo (lo dudo) y el príncipe mejor todavía (lo dudo más, si cabe), pero, como suele repetir el filósofo: si el heredero al trono fuera un déspota medio cretino, pijo perdido y sin más horizonte vital que el esquí y la conducción de vehículos, también sería rey igual. Ese es el problema de la monarquía. En fin, para mí todo esto es una excusa para hablar de Rafael Reig y de su más que recomendable libro “Manual de literatura para caníbales”, editado por Debate. Crítica inteligente, humor, culturilla literaria y todo el descaro del mundo hilado con palabras como equilicuá o chiripitifláutico. Tampoco os perdáis "Sangre a borbotones" y sobre todo "La fórmula Omega", mi favorito. Para mitómanos "Autobiografía de Marilyn Monroe". Un tío genial.

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viernes, 7 de julio de 2006

El hombre de la parada de autobús.

Todos los días paso por delante de la casa que este señor ha improvisado en una marquesina de autobús. Se llama Paco y se ha instalado aquí porque está al lado de Telecinco. Según él, eso le garantiza la atención de los medios. Y tiene razón: el mismísimo Pedro Piqueras se paró una vez a hablar con él. Y yo, que soy un poco periodista, también me he interesado por su historia. El otro día estuvo contándomela y he pensado que quizás os gustaría conocerla.
Paco es vasco. Nació en Euskadi hace ya cincuenta y cinco años, y en todo este tiempo ha hecho un montón de cosas. Ha trabajado, por ejemplo, en una multinacional de la electrónica. Fabricaba amplificadores para antenas. En sus ratos libres le gustaba ayudar, como él dice, y se apuntó como voluntario a Protección Civil. Tendríais que haber visto con qué orgullo me enseñaba su placa, que todavía brilla en la cartera.
Lo que no está claro es por qué abandonó esa vida. Cuando trata de explicártelo resulta muy confuso, así que nos adentramos en el campo de la especulación. Por un lado te cuenta que su padre murió y que todo cambió en su familia, porque empezó a llevarse mal con su madre y sus hermanas. Pero también está la historia de su enfermedad: Paco tiene una parálisis parcial que le afecta a la mitad del cuerpo y le impide trabajar. ¿Quién sabe? A lo mejor fue eso lo que le llevó a dejar su multinacional de toda la vida. A mí, como soy un romántico de pacotilla, la explicación que más me seduce es la última, la que atribuye todo el mérito del desastre a la fuerza más vieja de todas: el amor. Hace cinco años Paco se enamoró de Maite, doce más joven que él. Tenía 38 y era de Ciudad Rodrigo. Según parece, la familia no aceptó aquella relación y él, ni corto ni perezoso, se marchó. En ese momento empezó a vivir en la calle.
Paco me contó que pasaron tres años horrorosos en el frío del País Vasco. Más tarde se vinieron a Madrid y se instalaron en la Gran Vía, donde conocieron a Zapatero. El presidente había acudido a una entrevista en la radio y Maite logró saltar el cordón policial para exigirle una vivienda digna. El presidente, claro, se la prometió. Pero como una semana después nadie vino a entregársela, decidieron cambiar de estrategia y se vinieron a Telecinco.
Maite y él han vivido aquí durante ciento catorce días ya. Han acumulado trescientos kilos de cosas que se van encontrando por ahí, y que les servirán cuando tengan el piso que les prometieron. Entre los dos reciben unos cuatrocientos euros por pensión de invalidez, ya que Maite tiene una úlcera que le impide trabajar. Cuando yo estuve en la marquesina, ella había salido a mendigar y él se entretenía leyendo el periódico. Me llamó la atención la naturalidad de la escena, como si estuviera en el salón de su casa. La gente que esperaba el autobús había renunciado a la sombra, y los conductores de la EMT le saludaban al parar. Paco me contó que todo el mundo es amigo suyo.

Los soldados del cuartel de enfrente le traen comida, y los drogadictos del poblado que hay al otro lado de la carretera le dan las buenas tardes. Me enseñó una pulsera con pinchos que le había regalado un punki de Barcelona del que se había hecho muy colega. Decía que era una excelente persona. También llevaba un anillo "moro", regalo de un capitán de la Legión. Con todos estos recuerdos y cachivaches alrededor, después de un buen rato de charla, uno casi podía creerse la farsa de aquella vida "normal". Pero había un detalle que no dejó de llamarme la atención y que todo el tiempo me devolvía a la dura realidad. En la marquesina, casi oculto tras la montaña de basura que había acumulado, se asomaba el joven rostro de un modelo, protagonista de cualquier campaña de publicidad. Mirad la foto. ¿No os parece que les está echando, que ya está harto de ellos?

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jueves, 6 de julio de 2006

We Are The Pipettes (fans)

Cuenta Chuck Klosterman en Pégate un tiro para sobrevivir que la primera vez que escuchó Crazy in Love de Beyoncé tuvo la sensación de que aquella canción era lo único que le importaba en ese momento en el mundo. Y aunque sabía que probablemente no era siquiera una buena canción y que acabaría cansándose de ella, lo único en lo que podía pensar era en volver a escucharla una y otra vez. En este preciso instante, lo único importante en el mundo para mí es Pull Shapes, de The Pipettes.

The Pipettes son el equivalente musical a un helado: no alimentan, pero refrescan y te arreglan el dia. A medio camino entre el girl power de las Spice Girls y la falsa inocencia adolescente de los grupos vocales femeninos de los 60, We Are The Pipettes (a la venta el 17 de Julio) ofrece un menú compuesto por incitaciones al baile (la palabra dance aparece al menos en 5 canciones), historias de sexo casual ("Sex" o One Night Stand, obviamente), actitud pseudo-feminista (más cercana al feminismo ñoñoretrógrado de Sexo en Nueva York que al riot de grupos como Le Tigre), cuidada estética kitsch y despreocupados bailes sincronizados, todo con un envoltorio musical que va desde el rock de los 50 (“Why did you stay?”) a The B-52s (“We are the Pipettes”) con paradas en Abba (“Pull Shapes”) y Phil Spector y su sobadísimo wall of sound. Quizás sean un producto (habría que preguntarle a la Pipette original que cambiaron por Gwenno (la rubia, mucho más fotogénica por decir algo)), pero un producto que publica un manifiesto en el que afirman que The Beatles mataron el pop y que homenajea en sus vídeos a Russ Meyer merece todos mis respetos por muy premeditado que sea todo. Qué demonios, ¿a quién no le apetece un helado?

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miércoles, 5 de julio de 2006

La España que mira.

Otra foto del Orgullo Gay. Ya ha pasado casi una semana y asuntos como éste envejecen a una velocidad pasmosa. Por eso he seleccionado una imagen intemporal, que todavía tenga interés hoy. En un delirio de pretenciosidad y trascendencia, además, se me ha ocurrido titularla La España que mira. Chúpate ésa. Pero es que pienso que tan importantes como los acontecimientos son las personas que los miran. ¿Y qué nos encontramos aquí? Desde mi punto de vista, una España gris e inmóvil. Una sociedad que mira con curiosidad pero no participa, que sólo toma fotografías, que se extraña, que se siente fuera de lugar. Por supuesto, toda foto es una selección de la realidad. Pero... ¿hasta qué punto es certera mi selección? Retomo la pregunta que n. lanzó en su comentario a las mujeres abandonadas. ¿Pensáis que en España hemos normalizado ya la homosexualidad? ¿O todavía asistimos a ella como el que asiste al circo?

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lunes, 3 de julio de 2006

Capítulos de Madrid (I)

Una noche veraniega de domingo

Domingo 2 de julio en Plaza de España. Actuación gratuita de Mastretta y su banda-orquesta en el ciclo Veranos en la Calle, a su vez dentro de la programación estival de los Veranos de la Villa. En mi opinión, una estupenda noticia y una buena práctica para la ciudad y que va más allá del acontecimiento puramente musical, pues se gana la calle para el ciudadano, la música y el relajo.

Muchos de los que vivimos Madrid, nos encontramos últimamente con una ciudad al límite: múltiples obras, una emetreinta impracticable e irreconocible, el cierre temporal, y ya habitual en estas fechas, de varias líneas de metro, cortes de tráfico que saturan otras vías ,... Digamos que no sólo está Madrid al borde de sus posibilidades sino también la paciencia de sus ciudadanos.

Así que debo de agradecer, por fin algo, al Ayuntamiento de Madrid por la organización de este encuentro musical gratuito al aire libre, así como su celebración, distinta a los lugares tradicionales de estos eventos veraniegos y, en muchas ocasiones, restringidos a sólo unos pocos pagadores.

Personalmente, creo recordar que nunca había presenciado un concierto de música en la céntrica y popular Plaza de España, sólo una vez vi allí celebrarse un happening de una organización que se hace llamar Cienciología, y es gratificante escuchar instrumentos de música y palmas donde normalmente se escuchan pitidos, bocinas y sirenas.

Me gusta así, porque empezamos a parecer un Madrid moderno y europeo, al menos en verano, que intenta que sus ciudadanos y sus visitantes disfruten de sus calles y plazas con una amplia variedad de actividades y entretenimientos gratuitos programados para sus Veranos de la Villa. Sus noches de verano.

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domingo, 2 de julio de 2006

Mujeres abandonadas.

Hoy he salido a hacer fotos al desfile del Orgullo Gay. He tirado muchísimas, pero mi favorita es ésta. Como véis, sólo hay mujeres. Mujeres de todo tipo, además: jóvenes y maduras, españolas y extranjeras. Y todas están aburridas. ¿Por qué? Muy sencillo. Delante de ellas está teniendo lugar el más asombroso despliegue de belleza masculina del año, pero es un pastel que jamás podrán catar. Sus caras lo dicen todo: miles de hombres en cueros, más hermosos de lo que podrían soñar, y ninguno es para ellas. Por mucho que la sociedad avance, al final siempre hay alguien que sale perdiendo, ¿no? Y me temo que en este caso son estas mujeres. Je, je. No quiero ni imaginarme la jeta con la que habrán mirado a sus maridos cuando hayan vuelto a casa.

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