Dejemos de lado, en principio, a Sarkozy y a sus "boutades" y centrémonos en el tema del tratamiento que debe concederse a los enfermos sexuales - violadores y pederastas - que es lo verdaderamente importante. Intentemos dar solución a un problema al que hasta ahora no se ha dado una respuesta satisfactoria, no sé si por falta de interés o por incapacidad. Creo que no es muy difícil coincidir en el primer diagnóstico y principio de solución: los enfermos sexuales padecen un trastorno psicológico y debe ofrecérseles un tratamiento humano y eficaz que les permita su reinserción social y conducir una vida normalizada. Éso es, creo, lo correcto, y lo que debe hacerse en cualquier Estado civilizado. Parece que estos enfermos pueden distinguir entre el bien y el mal - comoquiera que los definamos, que aquí hay otro gran debate - pero que no pueden refrenar su deseo al observar la belleza o ternura de los infantes. Eso les coloca en una posición muy difícil, reconozcámoslo. Sin embargo, como saben distinguir entre el bien y el mal, desde un punto de vista jurídico, son penalmente responsables y deben cumplir con la condena que se les aplique. Ahí debería comenzar su tratamiento, en las cárceles. El problema es que parece que faltan medios humanos y materiales para ofrecerles la ayuda individualizada que necesitan. Ése debiera ser el primer esfuerzo, puesto que un sistema penitenciario fundado en principios humanistas, como es el nuestro desde la Constitución, debe estar presidido por la reinserción de los presos. Ahora bien, ¿qué sucede después?, ¿qué sucede si el pederasta no resulta curado? Existen datos que hablan de la dificultad de curar a los enfermos sexuales, que se trata de enfermedades psiquiátricas a las que es difícil dar una respuesta eficaz, por lo que puede sospecharse que estos enfermos reincidirán y que lo harán casí con toda seguridad. ¿Dejamos a la sociedad inerme ante estos enfermos? Quizá fuera mejor, y creo que intuitivamente casi todos estaremos de acuerdo en esto, intentar medidas que, sin atentar contra la dignidad y los derechos del enfermo - del violador o pederasta - protejan a sus posibles víctimas de las eventuales agresiones sexuales del primero. Es verdad que pueden existir dificultades jurídicas y prácticas sobre qué medidas son jurídicamente pertinentes y suficientemente eficaces, pero esas dificultades deben obligar a la reflexión profunda y finalmente a la adopción de las medidas más adecuadas y no constituir una excusa para la dejación de funciones. Existen varias alternativas: (1) el "seguimiento" de estos enfermos una vez en libertad, lo que conlleva necesariamente una restricción de la libertad y privacidad de estas personas. El País informa hoy que en España el seguimiento acaba al cumplir la sentencia; (2) su reclusión en un centro psiquiátrico hasta su total curación, lo que supone también una restricción de libertad, mayor que en el primer caso, y lo que podría suponer un primer paso hacia la cadena perpetua, que en nuestro ordenamiento parece estar vedada constitucionalmente (aunque ya se habló de la posibilidad para el caso de los terroristas de someter la perpetuidad de la condena al arrepentimiento del delincuente); (3) la castración química, que supone también una restricción a la libertad e intimidad de estas personas, puesto que es una medida que afecta a lo más íntimo del ser humano: su sexualidad y capacidad reproductiva (no olvidemos, sin embargo, que ésta, según tengo entendido, está permitida para los deficientes mentales, siempre y cuando la soliciten sus protegitores o tutores y sea autorizada judicialmente, lo cual no escandaliza a muchos en este país). Éste es sólo un planteamiento y como podéis observar he intentado ser lo más objetivo posible en su exposición, sin decantarme por una u otra opción. Ahora bien, desde luego, todas las opciones son problemáticas y suponen restricciones de libertad, pero ésta siempre se produce cuando se trata de salvaguardar otro "bien jurídico", en este caso, el bienestar de los niños. Se trata de optar por aquella medida que no olvide que los agresores sexuales son enfermos, pero que sea eficaz para proteger a los menores. ¿Sobre Sarkozy? Ya sabéis todos que no tengo simpatía por los políticos "a lo berlusconi" que tiran salvas al aire cada vez que ven la posibilidad de revalidar su liderazgo frivolizando con temas tan sensibles como éste. Es necesario ejercer la empatía y la compasión, pero luego tamizarla con el cerebro.
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