viernes, 14 de julio de 2006

Camino a Guantánamo.

El otro día estuve viendo Camino a Guantánamo, de Michael Winterbotton y Matt Whitecross, y me enfadé mucho con George Bush. Ahora, sin embargo, ya ha pasado el tiempo. Mis impulsos revolucionarios se han apaciguado y puedo contemplar la cinta como lo que realmente es: cine. Y la pregunta que me hago es inevitable. ¿Se trata de buen cine o de un simple panfleto con fecha de caducidad?
Empecemos por el principio: todo el que os diga que Camino a Guantánamo es un documental os está engañando. Nada más lejos de la realidad. Si te paras a pensar un poco, te das cuenta de que en el fondo es una típica película de género. ¿De género? Efectivamente. Y repleta de clichés, además.
Igual que hizo en 24 hour party people, Michael Winterbotton ha dividido su historia en dos. Toda la primera parte, donde conocemos a los personajes y sabemos cómo han llegado a ser prisioneros de Estados Unidos, pertenece al género de las aventuras. Pensad, por ejemplo, en cualquier título de Indiana Jones. ¿Cuáles son los ingredientes? Fácil: un viaje, escenarios exóticos, lugareños con los que es imposible entenderse y una circunstancia inesperada que te obliga a cambiar los planes cada cinco minutos. Todos esos tópicos aparecen también en Camino a Guantánamo.
La segunda parte, a su vez, pertenece a un género cada vez más definido: el de los campos de concentración. En realidad, este género no pasa de ser una variante de las clásicas historias carcelarias de toda la vida. Lo que ocurre es que como los judíos no dejan de dar el coñazo con su holocausto, al final han logrado que podamos hablar de un género nuevo. Supongo que no hace falta que os enumere los lugares comunes, ¿no? En este tipo de películas nunca faltará un oficial sin escrúpulos que trata fatal a los prisioneros, un soldado que les grita cuando peor lo están pasando, un momento de camaradería entre rejas y algún que otro destello de humanidad inapelable. Pues bien: Winterbotton y Whitecross no se han dejado ninguno en el tintero.
Los que me conocéis bien sabréis que adoro los géneros. Me fascina el reto que supone contar una historia nueva con los mismos ingredientes que todo el mundo ha usado antes que tú. Pero claro, también hay que asumir las limitaciones de este juego. Si manejamos sólo clichés y tópicos… ¿podemos ser verosímiles? Al fin y al cabo, Camino a Guantánamo es una película con pretensiones documentales. ¿Es posible reflejar la realidad a partir de estereotipos? A la vista del resultado, yo creo que sí. Y precisamente por eso la película es todavía mejor de lo que parecía al principio. Michael Winterbotton y Mat Whitecross han logrado conciliar su ortodoxia cinéfila con una asombrosa capacidad de observación. Filmada en un estilo crudo y frenético, la película respira vida. Uno puede sentir el calor del mediodía cubano o el frío del noviembre afgano, la angustia de los calabozos y la desesperación de la nostalgia. Y al mismo tiempo, disfrutar con una carrera frenética o -es un decir- con una buena escena de tortura. En este sentido, opino que Winterbotton ha conseguido lo que todo buen director debería aspirar a lograr: que su película sea intemporal. Camino a Guantánamo es un título de rabiosa actualidad que todo el mundo debería ver AHORA MISMO, pero también es una película que seguirá teniendo interés cuando ya nadie se acuerde de Bush o Bin Laden. Andad, id a verla y ya me contaréis. Es cine.

2 comentarios:

n. dijo...

Como bien dice Rfa., la película está dividida en dos partes bien diferenciadas. De la primera parte me gustó cómo describe la espiral en la que van cayendo los protagonistas, metiéndose cada vez más en la boca del lobo sin saber bien cómo, siguiendo un esquema bastante clásico del cine de aventuras o de terror. En la segunda parte, ya en Guantánamo, todo pasa realmente rápido (yo esperaba que casi toda la película trancurriera allí) y es realmente aterrador pensar que eso TODAVÍA ESTÁ PASANDO. Y a pesar de todas las escenas de tortura y humillación, lo más aterrador son las declaraciones reales de personajes como Bush & friends, de un tono realmente pueril de película de buenos y malos. Éstos son los líderes del mundo libre, ésta es su obra.

La duda que se me planteó es si la película no utiliza un recurso algo simplista y maniqueo: es mucho más fácil sentir cierta empatía por una panda de chicos occidentales inocentes que por un auténtico combatiente talibanazo de Afganistán. ¿Son los hechos que se cuentan más graves porque los afectados son inocentes y/o residen en el mundo libre?

mikto kuai dijo...

Pues señor Rfa., gran artículo, muy de acuerdo con usted, y eso que a mi no me gustan especialmente los géneros y los clichés, pero también pienso que algunas veces (no tiene por qué ser sólo en el cine clásico) funcionan, y vaya si funcionan aquí, porque esta película documental a mi "me ha gustado muchísimo" (no así Bush y sus secuaces, tanto trabajar por las libertades de la humanidad y se les olvidó que es eso de la libertad...). Buen cine, gran documental, una película-documental sin fecha de caducidad. Imprescindible para no olvidar que en Guantánamo se siguen pisando los derechos humanos (sean estos terroristas o no) por parte de personas que dicen trabajar por la paz y llevar la bandera de la libertad.