lunes, 23 de marzo de 2009

7 razones para no ir a los conciertos

Los gastos de distribución. Todavía no entiendo muy bien porqué hay que pagar casi 3€ adicionales por gastos de distribución en la adquisición de las entradas de los conciertos, cuando al final siempre le toca a uno comprarla por Internet, recogerla en la FNAC o en un Carrefour de la periferia o en la taquilla del lugar. Y además obtienen información sobre ti de manera gratuita .

La escasez de salas de conciertos. Esto sí que es un delito. Aunque recientemente se ha reabierto La Riviera, parece que salas como Joy Eslava, la Heineken o la renacida Caracol no ofrecen aforo suficiente para conciertos de cierta envergadura. Hay quién todavía recuerda la célebre Aqualung y hay quién se apiña en los conciertos para ver a sus artistas favoritos.

Los sold-out. El punto anterior motiva que la asistencia a un concierto tenga que ser planificada con suficiente antelación si uno no quiere darse con un sold-out en las narices.

Que te echen del sitio como a un perro. Como no hay salas suficientes hay que celebrar conciertos en espacios dedicados a otros fines, de modo que una vez que han sacado la pasta y finalizado el directo te barren los pies o te echan a los gorilas para que te empujen hacia la salida y así poder continuar con la actividad normal del lugar. Se acabó el concierto. Coge tu chaqueta y vete. Adiós.

Precio de las bebidas. Que te cobren un tercio de Mahou a 5 euros, un mini de cerveza a 8 euros y un combinado al mismo precio parece, cuando menos, excesivo. Todavía uno recuerda cuando iba a un concierto cualquiera y te daban una cerveza o refresco con la entrada.

El postureo. Los asistentes a los conciertos se dividen en dos clases: los que van a ver y escuchar el directo de su grupo/artista favorito y los que van a ser vistos y escuchados en directo durante el concierto de turno. Estos últimos tienen una especial habilidad para fastidiar la intención de los primeros. Por favor, absténganse de asistir los pesaos, los chistosos, los parlanchines y los ruidosos. Si no pueden evitarlo porque tengan que contar al día siguiente que estuvieron en el concierto de fulanito o menganito, siempre habrá espacio suficiente en otras partes del lugar, por ejemplo, podrán mirarse en los espejos de los baños o proyectar su voz contra el altavoz más alejado del escenario.

Las entradas de los conciertos. Cada vez más parecidas entre sí, con ese formato alargado y feo, de papel rugoso, en blanco y negro, que apenas permite diferenciar una entrada de otra, un artista de otro, un concierto de otro, un recuerdo de otro. Todo se acaba homogeneizando.

Conclusión: Acabas gastándote el doble de dinero del que marca el precio de la entrada para acabar apretujado entre un montón de charlatanes egocéntricos y llevándote a casa como recuerdo la misma entrada que ya tienes.

3 comentarios:

Avan dijo...

Tremenda mi sorpresa al entrar en el enlace "postureo" y comprobar que los sindrogámicos conocen tan bien el lavaderu!!

mikto kuai dijo...

Jajaja, con lo del postureo lo has clavao xD, bueno, en realidad lo has clavado en todo.

Una pena que en Madrid (no puedo hablar de otras ciudades de España porque no las conozco en ese aspecto) en general no exista mucha cultura de conciertos, y con cultura me refiero a respeto de la audiencia por el músico, por la música y por el resto de asisitentes al concierto y también respeto por parte de la sala para con la audiencia (lo de los precios de las bebidas no tiene nombre, es un atraco a mano armada).

Anónimo dijo...

Cuánta razón... en el Palacio de Vistalegre de Madrid, nos echaron de la cola del servicio, con la vejiga a reventar... y así unos/as 20 personas más... ¿cuesta tanto esperar un ratillo más para cerrar? Y qué modales de cromañón...
Y en las barras que habían dispuesto... pfff. 7 tíos dentro de la barra, y un grifo de cerveza solamente. 30 minutos para poder conseguir un mini.