Horario de verano
Paco Frontera está sentado en un café cualquiera, frente a un ventanal, solo, en una mesa sobre la cual únicamente reposa una taza de café vacía. Todavía viste pantalón oscuro, camisa blanca y chaqueta negra, más barba crecida en los últimos días. Inmóvil, su mirada permanece fija a través del cristal, como si este fuera opaco. Entonces, de repente, le cambia el gesto y su cuerpo muta en un aspaviento indeterminado, entre una carcajada y un lamento desesperado.
El día 30 de marzo de 2008 se producirá el cambio de horario de verano, a las 2:00 de la mañana el reloj se cambiará a las 3:00. Y Paco Frontera no quiere adelantar su reloj, no quiere más luz, no quiere ser encontrado. Quiere beneficiarse del desajuste horario para desaparecer para siempre con esta hora perdida, pero no sabe cómo.
El día 30 de marzo de 2008 se producirá el cambio de horario de verano, a las 2:00 de la mañana el reloj se cambiará a las 3:00. Y Paco Frontera no quiere adelantar su reloj, no quiere más luz, no quiere ser encontrado. Quiere beneficiarse del desajuste horario para desaparecer para siempre con esta hora perdida, pero no sabe cómo.
10 comentarios:
Y aunque lo hayas avisado, el día 30 de marzo de 2008 yo, y muchísimas personas más, nos preguntaremos... y entonces... había que atrasar o adelantar el reloj?a las 2 son las 3? o a las 3 son las 2?
Pero gracias por el relatillo.^_^
Querido Paco, que sepas que las horas perdidas están sobrevaloradas. Hace algún tiempo pasé la nochevieja en Lisboa, que va una hora por detrás de España, y tuve la oportunidad de comprobarlo. Como éramos muchos españoles en la fiesta, vimos las campanadas de Madrid por el Canal Internacional de TVE y finiquitamos el año cuando todavía eran las 23.00. Y claro, hasta que volviese a terminar el año (esta vez, según el horario portugués), teníamos una hora de inexistencia. Una hora en el limbo. Nos frotábamos las manos sólo de pensar todo lo que podría pasar en esa hora, pero al final nos la pasamos comiendo panchitos y explicando tópicos españoles a un montón de lisboetas tristes que nos miraban como si fuésemos marcianos. Para echarse a llorar, Paco, créeeme.
Inspector: Sr. Frontera, ¿qué estaba haciendo usted el día del asesinato?
Paco Frontera: No sé, yo..., estaba perdido.
Inspector: Sr. Frontera, no estamos para perder tiempo, ¡¿díganos qué hacía usted el día 30 de marzo entre las 2 y las 3 de la madrugada?!
Paco Frontera: ¡Ah, vale! Por entonces, yo no existía.
Pero Paco F. no espera a que pase esa hora para estar acertadamente: esa experiencia la hemos tenido todos los que hemos ido a un concierto en un garito, o hemos tenido un novio o amigo que llega tarde: esperas una hora para que suceda lo que tiene que suceder. Tampoco vive las cosas dos veces. Está siempre una hora antes de que se produzca el acontecimiento y cuando este se produce ya está en otro sitio pensando que se va a producir lo que no sucederá. Desaparece de los acontecimientos, pero no desaparece y se siente inquieto: el adjectivo, el adverbio, el complemento... matan. No era eso lo que quería.
Tal vez pueda hacer como Rfa., comer panchitos y hablar de tópicos. Una forma como otra cualquiera de pasar el rato (pero joder, en Lisboa no, Rfa...)
En todo caso, hay algo de crueldad en tener tan controlado a Paco y no avisar a la familia Frontera, siguen seriamente preocupados...
¡Qué fuerte! Son las ocho y cuarto y es de día... Oooh.
A Paco Frontera se le hace ya de noche.
Y a su desconsolada familia también.
Con este cambio de horario no hay quien mueva el cucu... aixxxxx!!!
Se que soy una quejica, pero me venia mejor bien que el cambio hubiera sido otro día. Más que nada porque el viernes llegué a las tres de la mañana de currar y el lunes entraba a las ocho de la mañana donde Cristo perdió las bragas. Conclusión, el domingo noche dormiria Paco frontera, porque yo no...
Eso sí, hay más luz para aprovechar mejor las terracitas de la latina.
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