Tendencias (de verano)
De toda la vida: Las noches de verbena
En el mes de agosto se suceden las verbenas madrileñas, las más populares las de San Cayetano (del 5 al 8), San Lorenzo (del 9 al 11) y La Paloma (del 12 al 16) en el distrito centro, mezcolanza de casticismo y postureo que alivia el aburrimiento y el calor veraniego. La noche es el momento perfecto para salir de las respectivas cuevas y reencontrarse con el ajetreo de la ciudad, entre fritanga, sorteos, limonada, música y cacharritos (como dicen en el Sur) que inundan las calles de los barrios de Lavapiés y La Latina. También es el momento de la venganza: pasearse altivo, cerveza en mano, por delante de la policía sin ser humillado por sus educados agentes. Por unos instantes, casi todo vale.
Es actual: Los sombreros
No me refiero al tradicional sombrero playero de paja de esta época (con marca de ron incluida), sino aquel de tipo inglés que corre por las calles malasañeras, festivales musiqueros (tal y como pude comprobar en el miniFIB), programas de televisión de Cuatro y otros lugares de moderneo patrio. Está claro que los sombreros molan, aunque no se pueda evitar la sensación de parecer un pringao cuando se lleva. En mi caso, una cicatriz de nueve puntos en la sien me sirve para justificar su uso y el rodaje que hice del mismo en una playa desconocida para quitarme la vergüenza de la cabeza.
Lo será: mevoyalpueblo
La Crisis, ese monstruo que amenaza nuestros futuros, provocará que los próximos destinos estivales vuelvan a ser los pueblos de nuestros abuelos, retomaremos los espacios rurales en lugar de las costas turísticas, los ríos y embalses de los alrededores en vez de las atestadas playas del litoral. Este retorno no deseado a nuestra niñez modificará las costumbres y hábitos adquiridos en la última década, pues cambiaremos las bermudas floridas por los rockies de tres rayas, las hawaianas por las sandalias cangrejeras, los garitos de chillout por el bar de futbolín y tragaperras, Pachá por las fiestas de orquesta y pasodoble, los partidos en la arena o en la orilla por las eras y el frontón, los paseos marítimos por la carretera.
8 comentarios:
Me parto, Walter, cuánto desánimo. Tenemos verbenas populares; sombrerito; y sentarte a la mesa con la comida hecha (y pagada por otros).
Lo del sombrero, desde luego, como alguien no me abra la cabeza y tenga una cicatriz purulenta prefiero que no. Lo de "me voy al pueblo", mi heredero ya me ha amenazado con que se va a instalar en casa para ver las Olimpiadas. No es un pueblo, pero se encontraría la comida comprada y los bares de siempre fuera. "Pobre", había pensado yo, no tiene TV. ¡Me has abierto los ojos!
En cuanto a la verbena, solo la soporto en infusión.
¡Estoy fuera de tendencias! (la verdad, no me extraña nada). Pero al menos no estoy desanimado.
Yo lo del sombrero como que no. Lo de la verbena como no sea una futona verbenera, pos tampoco y lo del pueblo... Ay, dios, yo es que vivo en Cádiz, ya sabes: playa, cervecita fresa bajo la sombrilla, partiditos de fútbol en la orilla... Bueno, qué vamos a hacerle, ¿no?
Discrepo. El sombrero engancha. Me hace sentir un poco Tom Waits.
¿Y las verbenas? Detesto el olor a fritanga, la música machacona y los ruidos que emergen. Sin embargo, sí que me gusta el espíritu feriante así como salir a tomar unas cañas con los amigos en la calle, al frescor de la noche. Es la excusa perfecta para eso, para recupera la calle, algo que cada vez tenemos más perdido. Desgraciadamente.
Me gustan las verbenas, me gusta el humillo de la panceta haciéndose mientras el calor de la ciudad se va huyendo y deja paso a los concursos de mantones de Manila.
Me gusta ponerme un sombrero cuando hace sol. Un sombrero finito con huequitos, de ala ancha, y ver el dibujo sombreado que deja en mis hombros.
Siempre me han gustado más los pueblos de los demás. En ellos nunca he tenido que dar explicaciones a nadie. Lo mejor: hacerte pasar por guiri: te consienten todo. Los españoles son así.
mmm verbenas... en asturias sedenominan fiestas de prao. En una semana partire hacia mi pueblo, el pueblo de mi padre a disfrutar de verbenas, eras, encierros y futbolín, y sobretodo barateo... Luego por suerte o por desgracia pondré rumbo a mi pueblo de verdad, mi tierra, Gijón... las hipotecas, gastos y crisis no me dejan irme y viajar como pueden hacer otros, la suerte que tengo es que el sitio de mi recreo tiene playita y, si el tiempo acompaña, se stá muy agustito.
En cuanto a los sombreros... yo los prefiero en invierno... me siento más cómoda y me quitan el frío... pero digo sí a los sombreros
Este post me parece simplemente genial, Walter!
De todo lo que cuentas, Walter, me quedo con la esperanza de que vuelvan las cangrejeras. Cuando era niño me debatía entre una devoción sincera y un rechazo pudoroso hacia estas sandalias: por un lado me parecían ideales para andar saltando de roca en roca, mientras que por el otro lado tenía la sensación de estar haciendo un poco el ridículo. El dilema me caló tan hondo que desde entonces siempre las he mirado con respeto.
Como todos los hombres que conozco, me pasé la adolescencia, la juventud y la primera madurez haciendo gala de un desprecio infantil (e inquebrantable) hacia todo tipo de calzado que permitiese echar un vistazo a mis deditos. Luego, cuando llegaron las hawaianas, perdí el miedo a la desnudez y empecé a chancletear por medio mundo. Pero hasta que no me coloque unas cangrejeras no conseguiré sentirme realmente liberado de escrúpulos idiotas, lo sé. Y quiero pensar que ese día está cada vez más cerca.
Si volvieron las bambas (es decir, las Vans o las Victoria), ¿por qué no lo harán las cangrejeras de plástico y de color? Se paciente Rfa, pronto serás libre.
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