Paciencia medioambiental
El pasado jueves la madrileña Puerta de Alcalá quedó a oscuras durante cinco minutos en protesta simbólica por el cambio climático. En nuestra casa, nos permitieron demostrar toda nuestra conciencia medioambiental dejándonos sin luz hasta el viernes al mediodía, momento en el que nos dejaron volver a la vida gracias a la actuación de un técnico que rectificaba la torpeza anterior de un colega. Claro está que uno cuando regresa a su casa un jueves a las diez de la noche pensando en el calor del hogar, con paso apresurado, con urgentes prisas por mear, lo que menos espera encontrar al llegar es que no hay luz . Pone a prueba, además de tu puntería, la paciencia de comprobar que sin luz no somos nadie. Estás a oscuras, no das con la solución al problema, empiezan las llamadas telefónicas, te acuerdas de la comida de la nevera, no puedes poner la tele ni enchufarte a Internet ni escuchar música ni siquiera leer, te hierve la sangre, tampoco puedes cenar caliente porque no funciona el microondas ni la vitrocerámica, ni dispones de agua caliente y te estás quedando sin batería del móvil del trabajo al que tendrás que faltar al día siguiente. Inquietante situación por lo menos, ¿verdad? Tras soltar toda la mala baba con quien se ponía por delante, opté por la reflexión, tumbarme y fumarme el cigarrillo tranquilizador a la luz de las velas.
Estar privado de electricidad también tiene sus cosas buenas porque supone estar privado de cotidianeidad y rutina. Y es que ante la adversidad uno se crece y despierta su imaginación. Y de paso, cuida de su paciencia medioambiental.
5 comentarios:
Siempre recordaré que, el día en que el PP ganó las elecciones por segunda vez, se fue la luz en nuestro barrio. Vivíamos en un piso de estudiantes de Embajadores, y cuando nos quedamos a oscuras con un gobierno recién elegido, nos hizo mucha gracia.
El año pasado, el apagón solidario me pilló en la biblioteca, estudiando. Allí había un montón de gente, pero dieron las ocho y todas las luces seguían encendidas. De pronto, alguien gritó: "¡eh, que apaguen!", y el grito se extendió por todo el edificio. Al poco estábamos a oscuras, unas trescientas personas, tan contentos como niños pequeños. Recuerdo que hasta se veían flashes de cámara en la tiniebla de aquella biblioteca comprometida.
Este año el apagón me pilló a medio cocinar. Me quedé completamente a oscuras, pero seguí con el fuego encendido. Y al cabo de un rato empecé a oler cómo se chamuscaban mis salchichas. En ese momento, lo confieso, mandé al carajo mi solidaridad y encendí la luz de la cocina. Una luz que, eso sí, es de bajo consumo.
Los apagones si son solidarios y voluntarios molan, pero si son imprevistos descolocan un poco. A mía demás me da miedo la oscuridad... La última vez que se fue la luz en mi casa opté por irme a dormir, que además es lo único que realmente puede una hacer con la luz apagad (estando sola).
Utilizar pilas para escuchar la radio durante el apagón no es muy ecológico, ¿verdad?
Walter, tienes que ver una película mexicana que se llama "Temporada de patos"
¡Alquílala ya!
Gracias Anadja, sorprenderé al tio de mi DVDclub con semejante petición. Le pondré a prueba.
Así, a bote pronto, desconozco el motivo de la recomendación, pero ya hablaremos tú y yo.
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