miércoles, 19 de septiembre de 2007

El espectáculo más grande del mundo

A raíz de todo el circo que se ha montado alrededor del caso de espionaje entre McLaren y Ferrari, me ha venido a la cabeza la que probablemente haya sido la frase más cargada de razón que jamás haya pronunciado el siempre certero Fernando Alonso: “No volveré a considerar nunca más la Fórmula 1 un deporte” (sic). Tan visionarias palabras han servido para confirmar nuestras sospechas, y ahora gracias al Watergate de los cochecitos por fin hemos caído en la cuenta de qué es lo realmente interesante de la Fórmula 1. Podríamos hablar de las tácticas o la emoción, pero no nos engañemos: tragarse una carrera de Fórmula 1 es en general tan interesante como sentarse dos horas enfrente de un tiovivo. El verdadero espectáculo de la Fórmula 1 está fuera de las pistas, en ese ambiente de poderosas compañías y jóvenes atractivos multimillonarios rodeados de coches potentes y mujeres hermosas, en ese torbellino de intrigas palaciegas que incluyen episodios de espionaje industrial, tuercas sospechosamente sueltas y amoríos furtivos con las hijas de los directivos o con estrellas del pop más ñoño. En definitiva, una fascinante mezcla entre la épica de Ben-Hur, el glamour de Dinastía y los tejemanejes de Falcon Crest, unidas en un espectáculo más grande que la vida. Para los que no os hayáis enganchado todavía, os recomendamos de verdad que no os perdáis los 3 últimos capítulos de este fastuoso entretenimiento. El final de esta temporada promete ser apoteósico.

Starring...

Fernando Alonso, as El genio incomprendido. Puede que el mundo no esté preparado para semejante cúmulo de talento, y que las envidias y los recelos hayan sido los que han acabado convirtiendo al joven asturiano en el arquetipo del hombre solo contra el mundo. O puede que todo sea tan simple como el chiste del conductor suicida. Sea lo que sea, Alonso es el clásico personaje que, o acaba conquistando el mundo y dándole así en las narices a este país de cainitas, o solo en un bar dando la brasa a los desconocidos con historias de remotas hazañas y conspiraciones, o asesinado por algún mecánico o piloto celoso en las escaleras de entrada de algún circuito mientras Briatore lo abraza y grita al cielo. Hagan sus apuestas.

Lewis Hamilton, as El heredero malcriado. Hamilton es el prototipo de personaje al que nunca nadie ha dicho no, genial pero demasiado impulsivo, el favorito de papá (Ron Dennis) aunque corroído por la envidia hacia el hermano mayor. Como un Lorenzo Lamas con el peinado del Neng, Hamilton ha animado todavía más la escena tonteando con las hijas de los capos de la empresa y amenazando con emigrar a Suiza por culpa del acoso de los paparazzis. A Suiza, casualmente. Genio y figura.

Flavio Briatore, as El padre traicionado. El hombre que confió en Fernando Alonso desde que era un guaje y le dio su primera oportunidad, sufrió después el disgusto de ver cómo el niño de sus ojos abandonaba el nido por una simple mecánica capitalista. Como en los mejores seriales, el tiempo ha acabado dándole la razón a esta versión glamourosa forrada de Humberto Janeiro, y queda la duda de si finalmente en la siguiente temporada el hijo pródigo regresará al hogar del que nunca debería haber salido o seguirá su diáspora creando bulla en otros equipos poderosos. Pase lo que pase, siempre le quedarán sus yates, sus clubes que se permiten echar a Bruce Willis y la bella Elisabetta, que ya se sabe que no hay buena serie sin una buena boda.

Ron Dennis, as La madrastra malvada. Vale que en esta historia la Cenicienta ha salido mucho más contestona y orgullosa, y encima le ha costado la friolera de 100 millones de dólares. Vale que así es mucho más fácil renegar y tener sólo ojos para su niño querido, pero también es cierto que desde el principio de la temporada ha sido impagable observar esa sonrisa-mueca que deformaba su cara cada vez que Alonso ganaba una carrera. No sabemos si planea convertir el carruaje de Alonso en una calabaza para las 3 carreras que quedan, pero nos morimos de ganas de ver la cara que se le va a quedar si el niño de sus ojos pierde el mundial en uno de los últimos episodios.

Bernie Ecclestone, as La abuela excéntrica. Un personaje cuya principal aportación a la cultura occidental es la frase “Las mujeres deberían vestir de blanco para ir a juego con los electrodomésticos” (sic) sólo puede ser dos cosas: un provocador genial o un idiota integral. Mientras decidimos dónde meterlo, esta mezcla de Andy Warhol y el capitán Stubing nos ha divertido con su notable capacidad para amasar dinero e influencias y moverse a sus anchas entre modelos, grandes empresarios y políticos (pidió el voto para el PP en Valencia bajo amenaza de dejarlos sin carreras) sin renunciar a su divertida excentricidad. No hay que perder tampoco de vista al que parece que se ha convertido en su delfín, ese Alejandro Agag (aka El Yernísimo), que promete dar tantos momentos divertidos como ha dado su padrino. Olfato, se llama eso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo, no puedo..., no puedo más, no puedo más..., ¡¡¡me parto en dos!!!

Anónimo dijo...

Absolutamente genial, n. No se puede añadir más, salvo JAJAJAJAJAJAJA!!!!!!!

Rfa. dijo...

En mi caso, el componente turbulento y retorcido de las carreras es lo que hace que yo sea capaz de seguirlas. Con los años voy perdiendo mi capacidad para concentrarme con los deportes. Y la Fórmula 1, pese a su apariencia de simplicidad, es un deporte que exige una gran capacidad intelectual. Me refiero, por ejemplo, a la cantidad de vueltas que hay que dar y a la manera que tienen de contarlas en las retransmisiones. Cada vez que enciendo la tele y veo eso de 24/67, tengo que dedicar un par de minutos a descubrir si es que llevamos 24 o es que faltan 24.
¿Y qué decir de las puntuaciones? Yo crecí con el fútbol, donde sólo gana uno. Aquí te encuentras con que Alonso llega primero y ni siquiera suma puntos suficientes como para adelantar a Hamilton. Entonces toca llamar a tu colega experto para que te explique la forma diabólica que tiene esta panda de ricachones de repartir puntos. Y claro, lo más probable es que al final ni te enteres.
Señores Alonso, Dennis y Hamilton: gracias por distraerme y hacer que no me preocupen estas cosas. Las matemáticas siempre fueron la asignatura que más me costaba aprobar.

Pat dijo...

jajaja, la verdad es que estos ingredientes extra dan una vidilla que no veas.