Glasgow
Con Edimburgo brillando en plena apoteosis festivalera, toda tan moderneta y europea, durante agosto Glasgow acata con naturalidad su papel de hermana fea y pobre de la joya escocesa, y los escasos turistas que pasean por sus calles rebuscan entre las 20 páginas de la Lonely los pocos atractivos turísticos que ofrece la ciudad antes de continuar hacia destinos mucho más lustrosos. Considerada prácticamente tercer mundo hasta hace apenas 15 años, la ciudad predilecta de Ken Loach para mostrar las miserias de la clase obrera británica intenta levantar cabeza mediante proyectos como la remodelación de las orillas del Clyde. Pero hoy por hoy Glasgow sigue siendo una ciudad de contrastes: la ciudad con mayor índice de muertes por arma blanca de Europa (“allí mataron a un amigo mío”, nos dijo Tom en Edimburgo) es también la cuna de muchos de los mejores y más sensibles grupos que han surgido en Europa en los últimos 20 años (The Delgados, Teenage Fanclub, Mogwai, Arab Strap, Belle and Sebastian y un largo etcétera), y en sus bares conviven los borrachos más plastas con algunas de las personas más simpáticas que hemos conocido jamás en una barra. ¿Merece la pena entonces hacer escala en Glasgow? Magapola, JA y yo pensamos que sí, y a continuación damos algunas razones.
No vamos a mentir: Glasgow es una ciudad fea. Ni siquiera el omnipresente Mackintosh pudo paliar la sensación de frialdad industrial que transmiten muchas de sus calles, y los tan cacareados Centros de Conferencias y de Ciencias no dejan de parecer una versión de Playmobil de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o de la Ópera de Sydney, dando una inquietante sensación de desolación incluso a las 3 de la tarde. La catedral tampoco es gran cosa, aunque merece la pena pasarse por el St Mungo Museum of Religious Life & Art, un coqueto museo que realiza un curioso recorrido por las diferentes formas de vivir la religión en la ciudad de Escocia con mayor variedad de confesiones religiosas.
Pero el verdadero encanto de Glasgow se encuentra en los alrededores de su majestuosa Universidad y de la Glasgow School of Art, en particular en Sauchiehall Street y calles adyacentes. Allí puedes disfrutar a la hora de la comida de los paninis y la amabilidad del personal del Where The Monkey Sleeps (en West Regent Street) o cenar los mejores tallarines de la ciudad en el Noodle Bar (desde aquí recomiendo los Singapore Fried Noodles) rodeado de la gente más extravagante, pasar la tarde tomando unas pintas en el Moskito con la gente que acaba de salir de trabajar y comenzar la noche intentando descubrir a los próximos Belle and Sebastian en el Box (5 actuaciones por noche, todas las noches de la semana) o en el King Tut's Wah Wah Hut, u oyendo la mejor música mientras te tomas unas pintas de Best en el Nice 'n' Sleazy rodeado de alumnos de la School of Art, para acabar la noche bailando en alguno de los clubs que se encuentran en los bajos de Bath Street como el Kushion o el Bunker. Pero, sobre todo, está la gente. Gente que se esfuerza en atenuar la hostilidad de la ciudad gracias a su amabilidad y simpatía (un saludo, Kelly), generalmente jóvenes aspirantes a artistas sin ninguna tontería. Ya nos avisó Cath: “todo el mundo en Glasgow tiene una guitarra”. Y es que en el Barras – un mercado más cercano a Los Invasores (los más chanantes sabéis de qué hablo) que a Camden – puedes comprarte una guitarra acústica o un banjo por menos de 60 euros o discos estupendos a 2 o 3 libras. Detalles de una ciudad que creemos que seguro que además debe mejorar cuando comienza la Universidad, hostil y amigable a la vez, y que quizás con el tiempo y el esfuerzo económico se convierta en un punto de visita obligado, menos “ciudad de cuento” que Edimburgo y más llena de vida “real” y música. Mucha música.
7 comentarios:
En cuanto me entero de que en una ciudad se venden buenos tallarines empiezo a buscar billete. Por mucho que en Madrid haya muchos restaurantes chinos más que decentes, las recetas con noodles siguen pareciéndome el colmo del cosmopolitismo.
También me siento verdear (de envidia, se entiende) cuando leo sobre todos esos bares, querido n. Al fin y al cabo... ¿qué son unos buenos fideos sin una estupenda cervezuela? Ya sabes: no sólo de espaguetis vive el hombre moderno, ¿no? Ay, qué ganas de irme a Escocia a cultivarme...
Me has convencido: pongo Glasgow, sobre todo por la parte que llamas "fea", aunque la foto muestra algo atractivo. La bandera morado claro de la izquierda y el cartel luminoso del hotel de la derecha le dan el ecanto de las postales pintada.
Estoy haciendo una lista de 103 destinos, que llamo 100 Lugares Que Nunca Visitaré Pero Hay Tres Que Sí, y meto en ella Glasgow, en buena posición de salida.
Eso sí, incluso si voy, mi noche terminará en el Nice 'n' Sleazy.
La escala en Glasgow no es recomendable: ¡es obligada!. Y si os toca domingo o lunes, tenéis las pintas en todos los bares a libra y media...
Ahora me pondría a explicaros el "concepto Kelly", pero creo que merece una entrada propia... ya me saldrá.
Me dio mucha pena escuchar ayer que no visteis en Glasgow la placa que advierte de que nuestro fantástico Luis Cernuda estuvo viviendo allí y que fue profesor de Literatura española en su universidad. Hoy me gustaría rescatar del olvido, de ese olvido al que se refirió en uno de sus mejores poemas, a Luis Cernuda. Y de paso aconsejaros un libro sobre los derrotados de la guerra civil escrito por Alberto Méndez. Se llama "Los girasoles ciegos" y contiene cuatro derrotas, cuatro historias,de la inmediata posguerra, que se entrecruzan y que conforman un libro de prosa ágil y hermosísima. También me gustaría hablaros de Essaouira, esa ciudad blanca de puertas azules y amurallada que refresca la brisa del Atlántico en la costa marroquí.
Magapola! Con lo bucólico que te había quedado el castillo con el prado, ¡y resulta que estás en Glasgow disfrutando del mejor uso posible de una libra y media (esterlina, supongo)! Bueno, ¡todo es naturaleza!
El libro de Méndez me pareció impresionante, Franciso.
Me apunto
Voy a discrepar de vuestra opinión, aunque bien es cierto que no he visitado ninguno de los lugares que mencionáis en el post. He estado 9 días por Escocia y Glasgow ha sido precisamente lo que menos me ha gustado. En mi contra debo decir que sólo estuve un día y medio, que hizo un día gris en el que el sol no asomó hasta cerca de las seis de la tarde, y que venía de un periplo comenzado en Edimburgo y continuado por las Highlands y la isla de Skye donde había admirado los paisajes más bonitos que he visto nunca. Después de los pubs y las pintas que habíamos disfrutado en muchos pueblos perdidos, del colorido de las tierras altas y del ambiente incomparable del festival de Edimburgo, Glasgow me desilusionó. La encontré triste y fea. Lo que más me gustó fue el Museo Kelvingrove (genial, hay que darle un 10 después de la remodelación que han hecho). En cambio, el resto de Escocia, un sueño. Y los escoceses, en todos sitios, encantadores. Me encantaría haberle encontrado la misma magia a Glasgow, pero no ha podido ser. Quizás en otra ocasión.
Saludos
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