martes, 10 de abril de 2007

El violinista que se sintió idiota.

Ha salido en todos los periódicos: Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, estuvo tocando en el metro de Washington DC y nadie se paró a escucharle. Todo formaba parte de un experimento del Washington Post para averiguar nuestro nivel de sensibilidad ante la belleza. Y resultó que nuestro nivel de sensibilidad es casi nulo. A mí, la verdad, me repatea un poco que escogiesen a un violinista: ese rollo de identificar belleza con alta cultura me da sarpullidos. Pero aun así, el experimento tiene su gracia. Hace que te plantees por qué disfrutas un cuadro, un disco o un libro en realidad. ¿Porque es inequívocamente bueno? ¿O porque te apetece hacerlo? Experimentos como éste demuestran que el placer estético es una forma de ocio más: disfrutamos de la belleza sólo cuando queremos. O, dicho de otro modo, escogemos la belleza.
A partir de aquí, yo me hago una pregunta: ¿con qué criterio la escogemos? ¿De verdad estáis todos convencidos de que sabéis distinguir lo estéticamente bueno? ¿Tenéis claro qué os gusta? Yo no. De hecho, creo que por eso escribo en mitte: para aclararme las ideas y tratar de formarme algo parecido a un gusto personal, razonado y coherente. Pero, en el fondo, sé que es una estupidez. Mi gusto está determinado por las modas, por la información que manejo y por mi estado de ánimo. Lo cual, si lo pienso durante un segundo, hace que me sienta idiota. Como el pobre Joshua Bell en el metro de Washington.

10 comentarios:

Walter Kung Fu dijo...

En primer lugar, me parece un error que dicho experimento se lleve a cabo en el metro, donde los pasajeros van a toda prisa, en lugar de un sitio más tranquilo donde realmente puedas pararte a escuchar a este señor, tal vez un parque.

Es evidente que escogemos la belleza, como tantas otras cosas, pués como tal puedes encontrarla desde en la alta cultura, en su forma más refinada, hasta en una señora anciana que malvive en la calle. Recuerda al Señor Duende.

n. dijo...

Totalmente de acuerdo con que identificar belleza con alta cultura está ya un poco manido. Creo que nuestra idea de la belleza ya está algo condicionada, e incluye contexto además de contenido. El mejor cuadro del mundo colgado en el salón de una casa en un bloque común no produce el mismo impacto que dentro de la solemnidad de un museo. La verdad es que el experimento en sí me parece un poco estúpido, para apreciar estas cosas también es necesario un ambiente adecuado y un tiempo que la gente que viaja en el metro por lo general no tiene. Agua.

Anónimo dijo...

Además, ¿por qué vincular la sensibilidad de la gente a dar dinero? Cuando voy a un museo no dejo unas monedas al lado del cuadro que me gusta...

Rfa. dijo...

No es que la gente no le diese dinero, Peter. Es que ni siquiera se paraba a escucharle. Puedes ver los vídeos aquí.

Walter Kung Fu dijo...

Con Stradivarius o no, ¿quién de nosotros se para a escuchar a los músicos del metro?

Creo que es un experimento fallido y tonto. Por ejemplo, los músicos que andan por Preciados siempre tienen su público y sus monedas.

Anónimo dijo...

No hay que contar a los que iban con cascos escuchando música o la radio (yo lo hago a veces), y tampoco a los que iban absortos en la lectura del final de su novela... ¡no vale!

ese dijo...

El hecho de elegir a un aclamado violinista cargado con un Stradivarius y colocarlo a la puerta de un metro es claramente revelador acerca de lo que consideran los "investigadores" del Washington Post que se llama belleza.

Los cánones de belleza son absolutamente particulares y temporales. A pesar de los esfuerzos que derrocha el poder mediático para conseguir hacernos homogeneizar los gustos y así facilitarles el trabajo de venta.

Y si la belleza es tan arbitraria, cómo lo va a ser menos la sensibilidad hacia ella.

Cuántas veces me habré encontrado tarareando una horrenda canción, o me ha gustado el concierto de unos plastas, o me he emocionado viendo la película de mi actor más odiado, o he cerrado para siempre, por la página 11, un libro que me han recomendado.

Afortunadamente tanto la sensibilidad como la belleza son propiedades volubles con el tiempo, el estado de ánimo, la compañía, las ganas de.

NáN dijo...

http://www.radioblogclub.com/open/98085/aute/Aute%20-%20La%20belleza

Aunque no soy muy "autista", puse en mi sitio una vez esta canción, que me gusta por los últimos versos y por el homenaje a mi amiga desaparecida. (Aute tiene a veces esas ideas de anarquista de derechas de muchos de izquierdas que me irrita). Lo puse en mi sitio para acompañar una historia de F, la que fundaba comunas conmigo, me acompañó en tantas cosas duras, que se jugó la vida por mí, con la que un par de veces, pasados de anfetas, tratamos de hacer el amor e hicimos unas risas; pero a veces los dos, rabiosos y airados, íbamos a Cuenca y nos dejábamos envolver por la "belleza" convencional de la modernidad (en Madrid teníamos a los grises, a los de la político-social y a los tipos de bigotito) y una vez, en un concierto de música sacra, nos cogimos de la mano y no nos atrevimos a movernos. Los que dábamos tanto miedo a tantos, conmovidos por una misa de no sé quién.

Me presentó a mi compañera y cuando las cosas le iban muy mal venía a casa a beber coñac varios días seguidos (con las siestas correspondientes) y escuchar a Aute (yo la criticaba feroz por eso).

Ciertas bellezas "convencionales" no son sino el resultado del esfuerzo continuado de quienes han amado "esa" belleza. Gentes muy cercanas a nosotros. No creo que eso estuviera en el objetivo de esos periodistas. Pero creo que no debemos tenerlo demasiado lejos de nosotros.

«ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada
la belleza».

Landahlauts dijo...

Coincido en que el experimento estaba viciado desde el principio. No es sitio, ni lugar, ni hora...

Otra cosa habría sido en cualquier plaza peatonal de Europa en un domingo...

Gracias por tu visita.

Saludos, desde Andalucía.

Walter Kung Fu dijo...

Ya sabes, grandes palabras.