viernes, 9 de abril de 2010

el afinador de habitaciones

Entras a una librería y en la mesa de novedades ves un pequeño libro. La portada no te llama la atención, lo que lo hace es el título -el afinador de habitaciones- pero sobre todo una faja negra que dice:

Una explosiva bomba entre la alta cultura y la delincuencia. De cómo perdemos la vida por gentileza. Considero un acto de justicia poética advertir de la subversiva valía de Celso Castro. Enrique Vila-Matas.

Entonces lo coges, lo palpas y lo abres. Sólo ves minúsculas. Pasas las hojas en abanico y, efectivamente, todo el libro está escrito en minúsculas. Abres la solapa y en la foto el autor te mira fijamente. Lo cierras. Miras al resto de libros que hay en la mesa. Libros normales y corrientes, con mayúsculas, con fajas de 5.000 libros vendidos. Vuelves a mirar el que tienes en las manos y sabes que se irá contigo porque no puedes olvidar que la vida se pierde por gentileza.

Estás en casa, abres el libro y lo hueles. Te acomodas, lo empiezas. Cuando levantas la cabeza de sus hojas te das cuenta del silencio en el que está sumida la habitación, pero dentro, en tu cabeza, tienes palabras que no paran de decirte cosas como esta:

(...) mi pobre abuela, como un diminuto animalito, como un insecto de alas desproporcionadas, siempre debatiéndose en esos pegajosos recuerdos -lo más importante no está en las notas- eso es lo que decía mahler, y tenía razón. bueno, mahler decía -lo más importante- y es una lástima, una verdadera lástima, y lo cierto es que una mala dicción, incorrecta, puede arruinarte el más hermosos y profundo de los pensamientos. (...)

(...) quizá las habitaciones no estuviesen afinadas... no sé, que me había dado la impresión de que, en realidad, éramos nosotros los que estábamos afinados. y que hiciese el favor de comprobarlo, o de transmitírselo a ilich para que considerase esta posibilidad -e incluso la posibilidad de alguna especie de afinación universal- que explicaría, en mi opinión, las simpatías o antipatías hacia determinadas personas y, en general nuestra mayor o menor capacidad empática, nuestra afinidad social. y que, de confirmarse esta hipótesis, abriría insospechados campos de investigación, todo un mundo nuevo y, lo que es más importante, una nueva forma de estar en ese mundo, que haría imprescindible el conocimiento exacto de nuestra afinación, igual que ahora conocemos nuestro grupo sanguíneo o a qué sustancia somos alérgicos. y así, al presentarnos ante los demás, diríamos nuestro nombre, apellidos -si son relevantes- y afinación, evitando situaciones enojosas -molestísimas disonancias- (..)

Miras por la ventana, te enciendes un cigarro y sonríes. ¡Qué placer!




el afinador de habitaciones, de Celso Castro, ed. Libros del Silencio, 2010

10 comentarios:

Edu dijo...

sí señora. has traido una puntita de placer. en sol mayor.

LA DESGRACIÁ dijo...

Y yo que no te imagino encendiéndote un cigarro en soledad...

Anónimo dijo...

Edu, en el libro tienes el resto :)

Los libros es lo que tienen, Desgra, que te hacen volar la imaginación.

NáN dijo...

Si cuando lo lea me gusta tanto como me ha gustado lo que pones, te invito a cerveza hasta que te salga tripilla.

Anónimo dijo...

Nán, lo siento por mi físico, pero me iré preparando para la cita.

rinconete dijo...

Quiero llerlo. Ya.

María dijo...

Tomo nota :)

rinconete dijo...

Aún no ha cruzado el Atlántico, según me informaron en varias librerías de por acá...

Anónimo dijo...

A ver cómo lo solucionamos, rinconete...

animalebeta dijo...

viernes pasado en viveiro. comprado de casualidad -causalidad-. la portada soy yo peinándome hace años. dejo a los demás de lado por continuarlo. nada más empezar y ya sé a quién le va a llegar después. deseando regalarlo y quedármelo. cuestionando mi generosidad. estirando la cómoda longitud de mis cabellos y del texto. las zarzas de la vida parecen nada. deseando que llegue ya este san xoan.
buscando información te encuentro. gracias.