Carne
¿Te tropiezas y te caes? Entonces Eider Rodríguez ha escrito tu historia y andas por ahí sin saberlo. Eider Rodríguez me ha dicho que mi historia personal cabe en páginas encuadernadas y editadas por 451 Editores. Se trata de Carne, en cuyo reverso puede leerse que las decisiones equivocadas pueden convertirse en laberintos singulares. Sin duda un gran reclamo. Pero leamos algunos de esos bajos fondos:
SE VENDE
Hace tre meses que no veo a Ángel desnudo. Te van a ver los vecinos, le digo cuando sale de la ducha y se pasea por casa. En Navidades le raglé un albornoz, a pesar de que nunca anes había usado uno. Hasta ahora no me había confesado a mí misma que su boca con sabor a siesta y las puntas del bigote amarilleadas por el tabaco me causan repugnancia.
T'ES TRÈS BELLE
Lukas observa el recorte de Maika a contraluz, y se le ocurre que quizá así consiga verle las bragas por debajo del vestido. Desde que está preso a menudo tiene ese tipo de ocurrencias Aveces piensa que está a punto de enloquecer, y entonces se acuerda de las palabras de José el de Úbeda, el mismo que acuchilló en el hígado a su abuela: "¿Comes mierda? Pues entonces no estás loco". Décimo día. No le apetece llamar a casa y decirle a su madre que se encuentra bien.
Eider se ha puesto en la piel de doce personas que, de cara a la galería, como ella dice, son adaptadas y políticamente correctas, para hipnotizarlas y que saquen su cuerpo al desnudo. Y como colofón y para el que quiera leer más, un pedazo de historia que me ha encantado:
UN POCO LOCA Finalmente da con un banco vacío al sol. Le gusta estar sola. El hecho de estar sola espanta el miedo a quedarse sola, y al igual que algunos pintan o tocan el piano para no perder mano, y hay quienes hacen deporte para estar en forma, Matilda nunca deja de cultivar el arte de estar sola. Con Begoña, en las contadas ocasiones en que no se ha sentido sola, ha sabido recular y hacer un alarde de soledad con la mayor destreza posible. Es su manera de amar, algo incómoda, pero, al fin, una manera de amar. Begoña ni siquiera lo sospecha, cree que van a hacer un montón de cosas juntas. Pero si Matilda no se siente sola al lado de Begoña, no estaría con ella; a pesar de que le gusta dárselas de adolescente frívola y de tortillera novata, opina que nada es equiparable al hecho de sentirse segura en su soledad. La más grande de las pasiones no puede igualar ese sentimiento de poder y plenitud, esa libertad. Y cuando alguna vez ha sentido, junto a Paul, por ejemplo, una o dos veces, que la soledad puede vencerse uniéndose para siempre a otro ser, quizá haya sido cuestión de un segundo o dos, no más, cierto día en un prado nevado caminando de su mano, hundiendo las katiuskas en la nieve y haciendo maniobras circenses para dar el siguiente paso, en esos momentos se ha sentido vulnerable, ha sentido pánico.
Eider se ha puesto en la piel de doce personas que, de cara a la galería, como ella dice, son adaptadas y políticamente correctas, para hipnotizarlas y que saquen su cuerpo al desnudo. Y como colofón y para el que quiera leer más, un pedazo de historia que me ha encantado:
UN POCO LOCA Finalmente da con un banco vacío al sol. Le gusta estar sola. El hecho de estar sola espanta el miedo a quedarse sola, y al igual que algunos pintan o tocan el piano para no perder mano, y hay quienes hacen deporte para estar en forma, Matilda nunca deja de cultivar el arte de estar sola. Con Begoña, en las contadas ocasiones en que no se ha sentido sola, ha sabido recular y hacer un alarde de soledad con la mayor destreza posible. Es su manera de amar, algo incómoda, pero, al fin, una manera de amar. Begoña ni siquiera lo sospecha, cree que van a hacer un montón de cosas juntas. Pero si Matilda no se siente sola al lado de Begoña, no estaría con ella; a pesar de que le gusta dárselas de adolescente frívola y de tortillera novata, opina que nada es equiparable al hecho de sentirse segura en su soledad. La más grande de las pasiones no puede igualar ese sentimiento de poder y plenitud, esa libertad. Y cuando alguna vez ha sentido, junto a Paul, por ejemplo, una o dos veces, que la soledad puede vencerse uniéndose para siempre a otro ser, quizá haya sido cuestión de un segundo o dos, no más, cierto día en un prado nevado caminando de su mano, hundiendo las katiuskas en la nieve y haciendo maniobras circenses para dar el siguiente paso, en esos momentos se ha sentido vulnerable, ha sentido pánico.
7 comentarios:
Gracias por la recomendación Magapola. Otra vez 451 Editores. Y esta vez Carne, una palabra que adoro.
¿Desnuda? ¿Has dicho desnuda? Mmmm. Quiero decir... Espera que seguro que se me ocurre algo más intelectual... ¿Desnuda-Carne? mmmmmmmmmm
No,no se me ha ocurrido. Vaya
Me lo voy a comprar. Tiene toda la pinta de que me va a gustar. Gracias Magapola.
el maravilloso diseño de las portadas de esa colección (con objetos reales apilados), ha recibido el Premio "Visual" de diseño de libros el año pasado.
http://revistababar.com/web/index.php?option=com_content&task=view&id=885&Itemid=50
No tiene pinta, Walter, de que esa sea la carne que te gusta. Prueba mejor con algo de Cronenberg. Me parece a mí que está un poco demasiado hecha.
Por cierto, si lo que quieres es leer, entonces, como sustituto, por supuesto, Ballard. Te recomiendo especialmente La exhibición de atrocidades y muy especialmente Noches de Cocaína. Esta última seguro que te recuerdan muchas cosas sobre el verano.
El viernes me regalaron un libro de Lorenzo Silva, que pienso regalar a la biblioteca. Me puse a ojearlo y la verdad, estoy mucho más contento leyendo American Gods de Neil Gaiman y la autobiografía de Ballard.
Por lo que me consta lo de las portadas al principio tuvo sus detractores y forofos. A mí siempre me gustaron, aunque he de reconocer que se van depurando para mejor.
La carne humana nunca se cocina, ¿verdad?
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