martes, 6 de marzo de 2007

Okkervil River

Will Sheff sabe el encanto que da el aura de perdedor. Periodista antes que músico, sabe que su obra no será más que una nota a pie de página en la gran enciclopedia de la música, su nombre sepultado bajo la maraña de nombres que aparecerán clasificados bajo el epígrafe de “Americana”. Como crítico musical, es consciente de que a nivel musical no es capaz de ofrecer nada que no ofrezcan ya otras mil bandas, y que son los pequeños detalles los que hacen que asomes la cabeza entre el mar de mediocridad de un movimiento en ocasiones tan susceptible al cliché y la vulgar fotocopia. Como licenciado en Lengua Inglesa, sabe que la victoria está en la empatía y entre las líneas, y se esfuerza especialmente en construir estampas cotidianas sobre la trastienda del sueño americano, relatos, más que canciones, sobre perdedores con los sentimientos a flor de piel. Como cantante, oscila entre la pereza desafinada de Will Oldham y el grito desgarrado de Connor Oberst o Jeff Tweedy. El gran valor de Okkervil River es algo tan intangible y resbaladizo como la sinceridad: da la impresión de que Sheff siente de verdad cada historia que cuenta. Su voz, a veces herida, a veces desganada, a veces rota de rabia, es la encargada de guiar la melodía en canciones de tres acordes en las que la letra tiene, al menos, la misma importancia que la música. Comparados muchas veces con The Decemberists por su capacidad literaria y con The Shins por su facilidad para la melodía, Okkervil River son la perfecta banda insignificante: modesta, sin la presión de tener expectativas que cubrir, sincera porque lo que hacen lo hacen únicamente por amor al arte, y con una base de fieles, más que de fans, que crece poco a poco, pero de forma constante, gracias al boca-oreja. Hoy JagJaguwar reedita en doble CD su mejor disco hasta el momento, “Black Sheep Boy”, con el añadido del “Black Boy Appendix EP”. Mientras tanto, Okkervil River ya están en el estudio grabando su continuación. Para celebrarlo, una breve discografía y algún mp3 de regalo.

Don’t fall in love with everyone you see (Jagjaguwar, 2002). Primer ejemplo: en principio, una canción sobre un yonki que echa de menos a su madre tiene todas las papeletas para no provocarme ninguna empatía. Sin embargo, cuando en “Red” Sheff canta “I’m full of fictions and fucking addictions, and I miss my mother” con toda la pereza del mundo, pues a mí me emociona, la verdad. Disco primerizo, sus influencias son todavía demasiado evidentes (Sheff calca la voz de Will Oldham en “Kansas City”), y las canciones más rápidas ganan sobre las lentas, algo monótonas y alargadas de más. Entre los momentos brillantes, una divertida excursión al mundo infantil y esquizofrénico de Daniel Jonhston, en el dueto “Happy Hearts”. Buenas influencias.

Down the river of golden dreams (Jagjaguwar, 2003). Segundo ejemplo: aun reconociendo la absoluta simpleza de “It ends with a fall”, es casi imposible no escucharla una y otra vez. Con un tono más pop, la media de canciones memorables empieza a aumentar. Gracias a la energética “Blanket and Crib”, la romántica “Maine Island Lovers” o el pegajoso estribillo de “The Velocity of Saul At the time of his conversion”, Okkervil River comienzan a sobresalir del resto de la tropa. Pocos discos tienen un final tan glorioso como “Seas too far too reach”, todo un derroche de vitalidad a mandolinazo limpio.

Black Sheep Boy (Jagjaguwar, 2005). Tercer ejemplo: no es fácil tratar un tema tan delicado como las consecuencias del abuso a menores sin caer en el tópico o la autocomplacencia. Sheff lo consigue en “Black”, primer single de un álbum que podría considerarse su “Yankee Hotel Foxtrot” particular. Disco conceptual alrededor de la canción “Black Sheep Boy” de Tim Harding , Sheff amplia el abanico de estilos para, en un mismo disco y sin despeinarse, meterse en la mente de un asesino (“For Real”), contar cuentos con príncipes y princesas (“A king and a queen”, “A Stone”) o componer delicadas letanías de amor (“A Glow”). Un acabado mucho más cuidado acaba de redondear la que es, por ahora, la cumbre de Okkervil River. Esperamos su nuevo disco, ya.

6 comentarios:

Rfa. dijo...

Me gusta que escribas cosas como que la sinceridad es algo "resbaladizo", querido n. Y me gusta que nos hables de lo buenas que son las canciones sencillas porque son sencillas. No había oído hablar de Okkervil River en mi vida, pero ahora ya siento curiosidad.
Sólo un par de pegas, sin haber escuchado ni una sóla canción (mi ordenador, el pobre, es sordo): la carga literaria puede ser un lastre para la música, y las portadas son feas. Pero bueno, si algún alma compasiva me graba un disco, prometo desarrollar un juicio más meditado.

n. dijo...

Je, je, por eso he utilizado lo de resbaladizo. La misma cualidad de "sinceridad" u "honestidad" que se alaba en un grupo puede hacer que otro te resulte cargante: supongo que es cuestión de lo que comulgues con sus predicados. En el caso de Okkervil River, lo que me cazó primero fue la voz, totalmente llena de imperfecciones y, no sabría por qué, totalmente cercana y "honesta" (maldita sea, esa palabra otra vez). Las portadas son feas de cojones, es verdad, pero las letras desde luego no son un lastre: son como unos Hefner white trash, como un Springsteen sin pretensiones de ser Steinbeck. No te preocupes, que seguro que algún colega te lo graba...

Anónimo dijo...

¿Cuando decís que las portadas son feas queréis dar a aentender que no os gustan? A mí es que también me parecen feas... pero tienen algo que hace que me gusten.

Anónimo dijo...

Yo también destaco la frase de la sinceridad como algo intangible y resbaladizo. Genial de verdad.

Pues yo también necesito de esa alma compasiva ya que mi juicio estaría basado en una total y completa ignorancia. Bueno ya no tanto tras leer el post.

Anónimo dijo...

De los discos me gustan algunas canciones, pero para disfrutarlos de verdad, verlos en directo (en el escenario son más potentes)
Actuación del Tanned Tin en http://www.youtube.com/watch?v=5bnq4ysUqNg
Espero que os guste.

d. dijo...

Pues parece que al final Okkervil River sí que van a pasar de banda modesta. Con "The stage names" han llegado a su máximo.
Pero ellos se han desmarcado regalando al que lo quiera un disco de versiones de media hora que recomiendo a cualquiera: "Golden opportunities", gratis en su web. Vuelvo a tu texto, n., ahora, mientras lo escucho. Y como hicieron con Tim Hardin, aquí releen de manera personalísima a Otis Redding y los pelos se me ponen como escarpias. A por él.