martes, 21 de noviembre de 2006

Entender el cómic

Escribo estas líneas con los dedos envenenados de resentimiento, pero con una gran calma interior. Me pasé cinco años en la facultad, muerto del aburrimiento, y todos los días pensaba la misma cosa: algún día me vengaré. Pues bien, el día ha llegado. En una sola noche he leído UNA HISTORIETA que me ha enseñado tanto como aquel lustro de hastío. ¿Acaso se puede decir algo peor de una licenciatura? Y mi venganza será contarlo aquí, en Sindrogámico. Ninguno de los malos profesores que tuve entonces leerá esto ahora, claro. Pero a mí me da igual. La venganza es un plato que se sirve tan frío que ya no quedan comensales. Lo único que me importa, en el fondo, es ajustar cuentas. Y dar una lección a todos aquellos que escondían y siguen escondiendo su ignorancia detrás de una fachada de pedantería y erudición. La verdadera conquista, ya lo he dicho muchas veces, es la simplicidad. La sencillez no tiene límites: incluso lo más complejo puede caer rendido a sus pies. Scott McCloud ha dibujado un tebeo que puede tutear a los más reputados semióticos, críticos de cine, teóricos de despacho, biblioteca o barra de bar; un tebeo ambicioso, pero sin ínfulas. Si yo fuese profesor de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid obligaría a mis alumnos a que lo leyesen. Y luego, muy educadamente, les invitaría a que se fuesen de mi clase. ¿Para qué quedarse? ¡Ya no necesitan saber más!

Entender el cómic tiene tantos méritos que resulta difícil quedarse sólo con uno. El mejor, desde mi punto de vista, es su capacidad para crecer. No se trata sólo de una historieta fascinante, llena de soluciones imaginativas y recursos visuales sorprendentes. Ni siquiera se limita, como indica su título, a enseñarnos cómo leer viñetas. Si este libro me ha conmocionado ha sido, sobre todo, porque consigue que algo tan extravagante como el deseo de crear resulte comprensible y cercano. Sin aspavientos ni egocentrismos. Todo artista es un loco, sí, pero también es cierto que todos somos artistas. Lo más emocionante de Entender el cómic es que EXPLICA EL ARTE con naturalidad. Si me lo cuentan, yo no me lo creo: soy incapaz de encontrar un planteamiento más pretencioso. Pero este tío lo consigue, os lo juro.


A partir de aquí, el resto encaja dentro de lo que cabría esperar: lecciones sobre uso del tiempo, sobre diferentes tipos de dibujos o sobre el impacto psicológico de los colores. Scott McCloud habla de todo ello con un estilo directo y muy didáctico, aliándose con sus dibujos para que el discurso mismo funcione como ejemplo. Listo, el chaval. A veces, para regocijo de las almas sensibles, se permite licencias poéticas que ponen los pelos de punta. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando describe “el baile de lo invisible con lo invisible”. O sea, cuando habla del papel que juega la imaginación en las historietas. Y en este sentido, queridos míos, McCloud nos invita a descubrir un paraíso que se adivina enorme: el cómic japonés. Allí donde los occidentales ya no supieron avanzar, dice, los japoneses siempre encontraron un camino nuevo. Yo, como casi no he leído mangas, tendré que creérmelo. Pero intuyo que tiene razón porque una vez más la clave está en la simplicidad: nosotros somos simplones y ellos son simples. Hay una enorme diferencia, ¿no? Claro que sí. Por eso os aconsejo que no os compliquéis con carreras universitarias que, en el fondo, están vacías. Hay mucho más que aprender aquí, y encima os lo pasaréis bomba.

5 comentarios:

mikto kuai dijo...

Gracias Rfa. por la interesante recomendación. Me ha hecho recordar, hablando del tebeo como instrumento educativo, un cómic que cayó en mis manos hace tiempo: Hirosima (hadasi no gen), de Keiji Nakazawa. Habla, como se puede deducir, sobre los horrores del final de la II guerra mundial en Japón. Un cómic manga que está por méritos propios en la mayoría de las escuelas japonesas, de referencia para muchos profesores de aquel país, utilizado en varias universidades en clases de historia o antropología y de lectura obligatoria, como bien nos lo hace saber el prologuista y traductor de la edición española. Edición que si estuviera mucho más cuidada compraría sin reparos y estaría en mi librería sin duda.

n. dijo...

¡Diosss, qué envidia! Hace ya años que oí hablar de este cómic, pero por unos motivos u otros nunca llegué a leerlo, sólo algunas páginas furtivas en las escaleras que van a los servicios en la Fnac de Madrid, y tenía una pinta increible. Es una pena que mucha gente no tome en serio el mundo del cómic y luego babee ante trucos cinematográficos totalmente baratos sólo porque el cine es oficialmente un arte. Muchas de las innovaciones visuales en el cine de los últimos años están sacadas descaradamente del mundo del cómic, aunque no sé si eso es de agradecer o ha empeorado las cosas... En cualquier caso, segundo cómic que comentáis, qué bien...

Anónimo dijo...

Yo me lo leí hace relativamente poco. Lo descubrir a través de un amigo que lo descubrió a su vez leyendo un artículo sobre presentaciones pps. En ella el articulista lo recomendaba para enteder el lenguaje visual. Comunicar a través de imágenes, y más de imágenes estáticas (aunque después de leer el cómico debería ponerlo comillas, pero siempre pongo muchas) es trabajo de verdaderos artesanos/artistas.
Este comic es la prueba más clara de que los géneros del cómic son múltiples: aquí estamos ante un sesudo ensayo.

Alis dijo...

Para mi gusto, una de las cosas más fascinantes de este cómic (que saca a la lingüista más chunga que llevo dentro), es la forma que tiene Scott Mcloud de DEMOSTRARTE con sus dibujos que lo que te explica con palabras es verdad. Por ejemplo, estoy obsesionada con el momento en que te va llevando poco a poco a la conclusión de que las palabras son la caricatura llevada a su extremo más icónico. No te convence del todo hasta que te muestra en una viñeta a un tipo en uno de cuyos ojos no aparece el dibujo de un ojo, sino LA PALABRA ojo.
Difícil de comprender, imagino, sin haberlo leído. Así que... ¡Leedlo!

Maine dijo...

Nuestra querida Magapola me descubrió hace muy poquito este libro, acabo de leérmelo y me ha dejado totalmente impresionada. Tienes razón, Rfa., al destacar la casi inverosímil naturalidad con la que el autor es capaz de exponer mecanismos artísticos tan intrincados como la relación espacio/tiempo o la sutileza de lo que se sugiere antes de lo que se muestra (arte en el que, por cierto, los japoneses nos llevan siglos de adelanto, no sólo en el manga, del cual siempre he sido una fanática, sino en también en manifestaciones como la poesía o el grabado). Me hace sonreír abiertamente que un cómic sea capaz de enseñar y resumir de una manera tan precisa y exacta y sin asomo alguno de pedantería la casi totalidad del temario de Teoría de la Literatura que tuve que estudiar en mis años universitarios. Un logro maravilloso y, como bien dices, muy capaz de darle en los morros a los engreídos.