lunes, 5 de mayo de 2008

Bares de hombres

>Hoy es lunes, siento remarcároslo pero es lo que hay, sólo espero que hayáis pasado un buen puente. Yo siento que el mío ha sido especial, ¿que qué he hecho? Flotar. Pero, claro, los lunes tiene la habilidad de darte un mamporrazo contra el suelo de la rutina y hoy la fuerza de la costumbre me pesa como una losa…

En fin, qué os voy a contar. El caso es que entre mis costumbres laborales que se han puesto en marcha hoy tras los días de fiesta está la de comer fuera, en bares, y entre ellos suelo concurrir los que yo llamo “bares de hombres”. No, no son bares de gays, sino todo lo contrario. Ese término lo acuñó en origen mi jefa, a la que le encantan, porque una de las cosas que caracterizan a estos sitios es que su “clientela es habitual” y los camareros “de toda la vida” nada más entrar por la puerta ya te ponen “lo de siempre”, y eso lo adora porque “es como estar en casa”. En estos bares a veces he llegado a ser la única mujer comiendo de entre unos ¿veinte hombres?, sin exagerar. Como os lo cuento, pero eso sí, son de lo más caballeroso, al menos mientras te tengan delante, porque una vez te das la vuelta para salir por la puerta todos te hacen un repaso visual pero que bien. Las conversaciones que mantienen los concurrentes no salen de comentar el último partido de fútbol, que otra vez ni tres en la primitiva, que el otro día un tío se pasó cuatro horas en la tragaperras, etc. El humo de algún puro suele envolver el ambiente y cientos de servilletas usadas y huesos de aceituna el suelo entero.

Y a vosotros ¿os gustan los bares de hombres?

20 comentarios:

Walter Kung Fu dijo...

Me gustan mucho los bares, pero este tipo de bares a los que te refieres los suelo evitar por cutres. Tampoco me gusta la manera en la que uno es examinado y revisado por sus parroquianos. Además, me abruma la cantidad de humo, olor y ruido.

Rfa. dijo...

Tal y como yo lo veo, hay cuatro tipos de lugares donde la parroquia suele ser masculina:
1-. CASAS DE COMIDAS: Creo que éste es el bar al que tú te refieres, Magapola. Un bar donde hay albañiles, peones de todo tipo y gente que curra duro en la calle. Yo los frecuentaba cuando viajaba, porque eran baratos y solían parecerme acogedores. Eso sí: yo jamás habría hablado de "bares de hombres", sino de "bares de obreros".
2-. BARES DE PUEBLO: El arte de tardar una tarde en beber una fanta o un licor de melocotón es patrimonio exclusivo de la gente de los pueblos. Este tipo de locales sí que me incomodan, porque todo el mundo se conoce y a uno lo miran como si fuese un bicho raro. Pese a todo, cuando viajo por España siempre suelo hacer una parada para café. Soporto las miradas curiosas y pienso que, en el fondo, no somos tan diferentes de Marruecos.
3-. FIESTAS DE COLEGIOS MAYORES: Vulgarmente conocidas como "bosques de nabos" (aunque este término es extensible a otros ambientes), son fiestas donde la presencia femenina brilla tanto por su ausencia como por lo mucho que se desea. Yo viví en un colegio mayor durante tres años, y tengo amigas que todavía se acuerdan de cómo las buitrearon cuando vinieron a alguna fiesta.
4-. BARES GAYS: Es una modalidad del "bosque de nabos" donde nadie echa de menos a las mozas.

Hei Jei dijo...

voy a comer todos los días a uno de esos bares y bueno, no me importa ir, pero lo que peor llevo es el olor a fritanga, la verdad.

q suerte q tienen algunas de irse de puente, ays!

un besazo!

n. dijo...

Me toca discrepar. A lo largo de mi vida, y en especial en la pequeña ciudad "de provincias" de la que vengo, he pasado mucho tiempo en este tipo de bares y, a pesar de todo, me sigue gustando esa sensación que comentas de "sentirse como en casa" (¡NOOOOOORM!). Dicho sin ningún ánimo de ofender, lo que me parece un poco reduccionista es contraponer los "bares de gays" a los que Rfa. llama acertadamente "bares de obreros", que estereotipos hay en todos lados. En fin, es que me he acordado de los desayunos en el Maxi de Embajadores o los partidos domingueros en el Alcázar, "bares de hombres" en los que hemos pasado grandes momentos.

NáN dijo...

¡Me has dado en el centro del corazón!

Los "bares de hombres" a los que creo que te refieres no son "casas de comidas", son "baretos" que abren a las 7 y dan desayunos de porras con churros, cafés y muchas copas de anís o coñá; pasan luego al pincho de tortilla y montado de chorizo, al medio día dan comidas; la tarde y la noche están poniendo cañas, cafés, copas y cubalibres hasta altas horas. Suelen tener tragaperras con un cartel "no pregunten por la salud de la máquina, está bien" o "La máquina se apaga a las XX" o "Por la noche la máquina está vacía de monedas".

El 80% de todo lo que he escrito lo he escrito en las barras de esos bares, tomando sol y sombra. A veces salía de trabajar de Tetuán a las 6 o las 7 y llegaba a Malasaña, de parada en parada, a las 11 o las 12 de la noche, haciendo eses y con muchas páginas escritas.

Me encantan no las conversaciones, sino los giros que escucho. Y la soledad entre el ruido que te permite concentrarte. Uno de los motivos por el que no tengo móvil eran esos largos trayectos cuando L pasaba dos o tres semanas fuera de España: "Lo que menos necesito es estar concentrado por ahí en los baretos y que me llames para preguntarme cómo estoy", le dije.

En cuanto al trato de los camareros, es de una delicadeza de fondo extrema. Había uno en el barrio en el que nada más entrar me ponían un sol y sombra. Una vez entré con una amiga y otra vez con L. En las dos ocasiones, el camarero le preguntó a ella lo que quería tomar y después me dijo: "¿Qué va a tomar el señor?"... ¡Como si fuera la primera vez que me veía!

¡Ay, hace tres años y medio que tengo prohibido el sol y sombra! PEro algún chupito de whisky sí cae. (Hace tres días, la vieja que vende periódicos estaba tomando café con leche, enfadada con el ciego de la esquina porque se empeñaba en que la había timado, y dijo: "La próxima vez no le paso la calle. O mejor, espero que venga un coche rápido y le digo que víá libre, pasa, pasa". Conversaciones impagables.

Fini Calviño dijo...

jajajjaja yo tb. desayuno en un "bar de hombres"

Palimp dijo...

Yo siempre los he llamado 'Bares de viejos', aunque a mi edad creo que debo replantear el nombre.

Siempre han sido mis favoritos y de vez en cuando se escuchan algunas conversaciones surrealistas.

d. dijo...

A mí los bares de hombres que describes, Magapola, me fascinan. Vale que en parte se debe a mis ganas de poética en lo cotidiano y a mi necesidad de ser aceptado; pero adentrarse en la espesura de esos bares con aires cargados de humo y suelos cargados de inmundicia es un gustazo. Y es precisamente por esa cutrez que desagrada a Walter --yo tengo una tolerancia moderada-- y por su cualidad inmutable y eterna que me confortan. En su decadencia nadie es excluido, al contrario que en los locales más esnob; y sus parroquianos son en cierto modo naturaleza, parece que siempre hubiesen estado allí.
En cuanto a categorías, acepto la división entre los de churros, los de menú, los de caña y los de pueblo.

FBlack dijo...

me has traido muy buenos recuerdos de uno de esos bares cuando yo vivía en Murcia, me sentía como en mi casa verdaderamente y ya conocían mis gustos mejor que mi propia madre hasta el punto de que cuando solo había una unidad de algún postre que me gustara me decía el camarero al oido...te he guardado el último trozo de tarta de queso... y veias como a los demás les decía, se me acabó!...eran muy buenos conmigo la verdad, vivan los bares de hombres! jejeje
un saludo!

NáN dijo...

Esta entrada, tan sentimental para mí al principio, se ha ido transformando desde que Rfa. la sociologizó. Bares de obreros, en un sentido de clase, en la que entran los de cuello blanco, sí me parece que se aproxima bastante. La clase media tiene las "cafeterías". Si lo vemos por los clientes, serían de "obreros" y de "vecinos". Los "vecinos" también son obreros, pero van porque les pilla a 4 portales de casa y lo hacen como "vecinos"; en el lugar donde trabajan, van a un bar muy parecido, pero lo hacen como "trabajadores" en las pausas y a las horas de las comidas.

A mí Walter, esa atmósfera es la que me atrae, junto con el respeto enorme que tiene la gente por el que está en la barra mirando su copa o mirando al frente. Te podrán poner a parir cuando sales, pero nadie te da conversación si no tienes cara de quererla. Por eso es para mí un espacio de concentración y creación; aparte de un laboratorio de lenguaje y de historias que recibo pasivamente. Si fuera chica, seguro que sería distinto.

Suelo desayunar en ellos y si vuelvo es por la tarde, en las condiciones que dije, pero huyo si es posible en las comidas, por el Fritang Air al que se refiere Jei.

Son los lugares en los que más tiempo pasan los clientes. Se va allí por estar allí (o por no estar en casa). Con esto que acabo de decir, vuelve a gustarme el nombre de "bares de hombres".

¡Ah!, también son un termómetro social. Se está "cociendo" en ellos el rechazo al inmigrante. Si no hay una política reponsable en las dos direcciones, de ahí saldrán los votantes del inminente partido de derechas claramente xenófobo.

Rfa. dijo...

NáN, no estoy nada de acuerdo con lo que dices de los inmigrantes. Precisamente este tipo de bares son uno de los espacios donde los extranjeros se han integrado con menos estridencias. En el bar de mi barrio, por ejemplo, hay un camarero chino que lleva la pajarita con la misma dignidad que el señor de Alcorcón con el que curra. Y en la cafetería de Ciencias de la Información, de la Complutense, hay una mezcla de razas estupenda.

NáN dijo...

Tienes razón, pero te voy a hacer una subdivisión para explicarlo.

Están los baretos o bares en los que "el dueño" no trabaja, o con éxito suficiente para tener ayuda de camareros.

Y están los de toda la vida que lleva el "dueño", normalmente con su mujer en la cocina. En estos, que son muchos y "de toda la vida", las conversaciones que oigo, porque de lo que estoy hablando es de lo que oigo, son cada vez más xenófobas (delincuencia, roban el trabajo, viven del Estado...). Además he visto tratos no insultantes, pero sí "despreciativos".

Tanto es así que los inmigrantes tienden a huir de estos bares y congregarse en otros, lo que produce una segregación.

Por otro lado, tienes razón en que el trabajo de los inmigrantes en las cadenas y otros bares produce un efecto integrador. Creo que en este blog ya me he referido alguna vez al agradecimiento que siento por el trato excelente que recibo de esos camareros. Pero no olvidemos que el tirón a la derecha en Francia y a la extrema derecha en Italia se ha basado en el apoyo que han recibido de la clase obrera más desprotegida, que se ha sentido traicionada por la izquierda de sus países.

El discuro xenófobo, por lo que tiene de emocional, es mucho más fácil de extender.

Despotrico dijo...

A mi los bares de yayos me fascinan. Me siento mejor que en mi casa:) Tal es asi que celebré mi cumpleaños en uno, que en un alarde de originalidad se llama "Las cañas". Reservé la parte de abajo y ahi reuní a mis amigos entre jarras de cerveza, tortillas, calamares y croquetas gigantes. Los camareros son mitad españoles mitad sudamericanos con lo cual no hay segregación de ningún tipo. Adoro la alfombra de cabezas de gamba, palillos, servilletas usadas y a veces incluso serrín. Ésto último me produce la confusa sensación de no saber si estoy en el bar o en el taller de mi abuelo. En los de pueblo, cierto es que te miran extraño porque no te conocen, pero se soluciona mirándolos tu fijamente con cara de excepticismo. En seguida paran de observarte. Otra técnica es darles conversación interesándote por la cosecha/matanza dependiendo del modus vivendi de los parroquianos y aaludiendo a demás eventos capitales (como la fiesta de la patron@...).

María Rogel (Lapor) dijo...

Tiene su aquel, claro que sí. Magapola, dónde está ese bar? yo creo que he estado o pasado por ahí, jaja!
El caso es que yo en los bares de obreros me siento incómoda si voy sola pero si voy con amigos nos integramos completamente.
ah! no te preocupes, soís 2mujeres: tú y la cocinera porque todos los de alrededor no asocian el huevo frito con una gallina. Rfa.: vaya apuntes tan buenos que te has marcado, jeje. Las 2 primeras categorías son las principales; las otras bifurcaciones. besos

Anónimo dijo...

Mi ma!, lo que da un bar de si!... Puesss.... yo diría que soy de las que en cuestión de bares, me gusta pasar desapercibida... pero este tipo de sitios suele tener la mejor comida, casera 100%, y una cosa compensa la otra... jejeje
(weno, o por lo menos los "bares de hombres" que yo conozco... )

rinconete dijo...

Me gustan los ¨bares de hombres¨, aunque nunca me había dado cuenta que conforman una categoría aparte.

Tiene razón el amigo rfa., suelen ser sucios, con mesas pegajozas, baños inmundos y café algo quemado. Siempre voy a uno, el café Los Andes, que al fondo tiene unas mesas de billar desvencijadas. Los temas de discusión pasan del fútbol al tiempo y a veces por la política. Salvo éste último, son temas que no me interesan demasiado así que las conversaciones se transforman en un agradable ruido de fondo, una especie de arrullo.

María dijo...

Uff... a los bares de viejos, no me puedo ni acercar, lo siento :S

elchicoquequeriaserbreteastonellis dijo...

¿Ese bar es uno que está por la calle Toledo, bajando desde La Latina a la Puerta? Es que estuve una vez con mi hermano comiendo allí, por aquello del nombre, que nos hizo gracia.

A favor, totalmente a favor de los bares de viejos...

NáN dijo...

¡Vamos al Kwai, y al Beberecho, y al Palentino y a lo hecho, pecho!

(es que me ha dado alegría verte por aquí, chicoquequería)

¡Bares, qué lugares, tan gratos para conversar...!

rinconete dijo...

Cavanna, escritor y dibujante francés, sostenía que el verdadero momento fundacional en la historia humana no fue el descubrimiento del fuego o la invención de la escritura, sino la aparición del bar. O más exactamente de la barra del bar.

Con el codo apoyado a buena altura, argumentaba, el hombre logró trascender su condición de pelagatos y se animó a opinar sobre absolutamente todo.

El secreto estaría en la postura del codo, a buena altura. En su opinión, alguien sentado en una mesa no sentiría el mismo vértigo que al estar parado, con un vaso de tinto patero en la mano, explicándole a un desconocido lo que habría que hacer en este país.