lunes, 15 de octubre de 2007

El hombre que se enamoró de la luna

Ya había escuchado a mis amigos en varias ocasiones hablar sobre este libro, pero fue gracias a Walter Kung Fu que finalmente cayó en mis manos. Todavía no sabe él cuánto se lo agradezco. ¿Qué por qué? Escuchad:

Si tú eres el diablo, no soy yo quien cuenta esta historia. Ni soy Afuera-en-el-Cobertizo. Ése es el nombre que ella me dio sin siquiera saberlo. Ella es Ida Richelieu, la misma a quien años más tarde, tras lo sucedido en el Paso del Diablo, llamaban Ida Pata-palo.

Así es como comienza El hombre que se enamoró de la luna, una novela difícil de definir y seguro que para muchos difícil de digerir. Las vidas que en ella se cuentan, las de Ida Richelieu, Alma Hatcha, Dellwood Barker y Afuera-en-el-Cobertizo, no son las que todos no podemos imaginar que podían haber sucedido en un pueblecito de Idaho, durante la Segunda Oleada de la fiebre del oro, a finales del siglo XIX. Sus cuatro personajes son seres que debieron nacer en otra época, en otro lugar, no ahí, demasiado adelantados, demasiado vivos.

Pero vamos por partes, ¿quién es la Madame, la dueña del Indian Head Hotel, quién es Ida Richelieu? Sigamos es cuchando:

Ida Richelieu siempre decía así soy yo, y también: “No me pidas que cambie”.
Y “¡Oh!, ¡la humanidad!”.
Y “La baraja está marcada en tu contra... tenlo en cuenta”.
Y “Una mujer tiene su orgullo”.
Por no mencionar “Mantén tus promesas, mantente limpio y mantente vivo”.
Y “Las mejores historias son las historias reales”.
Pero había una cosa cierta: no era fácil llevarse bien con Ida Richelieu. Era dificilísimo.


Para mí Ida siempre será la mujer para la cual cuando en el bosque se cae un árbol al tocar la tierra produce siempre un sonido, aunque no haya nadie para escucharlo. En cambio, Dellwood Barker opinaba que si no hay nadie para escucharlo, la caída del árbol no produce sonido alguno. ¿Pero qué quien es Dellwood Barker? Escucha atento:

- He oído decir que puedes hablarle a tu sombra, y que tu sombra te contesta –dijo Dellwood-... se trata de eso, ¿sabes?, el eclipse de luna es una sombra: la tierra se interpone entre el sol y la luna, y lo que oscurece la luna es la sombra en la tierra. O sea que, como dice mi libro, el sol (que es la fuente de luz) es bloqueado por la tierra (que es el lugar en el que todos pensamos que somos quienes somos) y el pensamiento de ser quienes somos, la sombra de la tierra se proyecta sobre la luna (que es nuestro yo secreto), y el secreto es que no somos quienes creemos ser.

Para mí Dellwood Berker no sólo es el hombre que se enamoró de la luna, sino aquel que me descubrió que el ojo derecho sólo ve los que queremos ver, y el ojo izquierdo es el ojo del alma. Desde entonces, cuando tengo a alguien enfrente, trato de mirarle a su ojo izquierdo, a ver qué me desvela. Alma Hatch creyó en algún momento estar enamorada de Dellwood Barker, ¿quieres saber quien es Alma Hatch? Esto es lo que yo escuché de ella:

El cuerpo de Alma era zarzaparrilla o azúcar o un paste. Algo tan dulce, rosado y pegajoso que te impregnaba entero. Algo con lo que una vez que empezabas no podías parar hasta empacharte. Y en todo momento olía a rosas... rosas mezcladas con olor a mujer. Alma Hatch siempre se ponía agua de rosas. Detrás de las orejas, debajo de los brazos, en las muñecas. A veces se sentaba sobre un charco y dejaba que el agua de rosas subiera por ella. Si entrabas en una habitación y Alma Hatch había estado en ella en las últimas veinticuatro horas, lo sabías por el olor a rosas. Rosas de color rosa. No rojas, ni blancas, ni amarillas... rosas. Los pezones eran de color rosa; su agujero, de color rosa; sus labios, rosados. Era una mujer rosa.

Para mí Alma Hatch es la mujer pájaro, la de la hermosa melena, la que fue en busca de Mister Cobertizo. Este, en cambio, me enseño a jugar a teruteru, escuchémosle:

Llamaba al juego terutru por el pájaro del mismo nombre. En cierta ocasión había oído a mi madre decirle a un cliente que le gustaban los terutru porque el teruteru era un artista del engaño. El engaño consistía en que el teruteru simulaba tener un ala rota para que el zorro o el coyote lo siguiera, alejándolos así del nido.
Un día vi un teruteru y lo seguí. Eso fue exactamente lo que izo: simuló que tenía el ala rota para apartarme de su nido.
Lo consideraba un pájaro muy listo.
Yo me parecía mucho a ese pájaro.
El juego del teruteru nació de que yo buscaba algo sin saber qué estaba buscando. Lo que buscaba era teruteru.
El engaño consistía en que si actuabas como si estuvieras buscando teruteru, nunca encontrabas teruteru.
Tenías que ser teruteru.
Una cosa más sobre el juego de teruteru: si no querías que te vieran, no podían verte.
No podían atrapar al pájaro, no podían encontrar su nido, no podían verme.


En esta novela el sexo se entiende como una experiencia para contar historias, de niñas que al nacer eligen el arco y la flecha, y niños que se agarran a la boa de plumas, de agujeros de mujer, de Mueve Mueve, del espíritu de las cosas, de los búfalos.

¿Necesitáis algo más para empezar a leerla?

El hombre que se enamoró de la luna, Tom Spanbauer, traducción de Claudio López de Lamadrid, El Aleph Editores, 2007.

13 comentarios:

Walter Kung Fu dijo...

Qué bien Magapola. Sabía que te iba a gustar.

Rfa. dijo...

El hombre que se enamoró de la luna dejó en mi vida dos debilidades: el concepto de teru-teru (que viene a ser una forma alucinada de mirar al mundo), y una cafetería de la plaza de las Vistillas de Madrid que se llama Dellwood Barker. En general, sin embargo, se me atragantó el "misticismo anal" que desprende la novela. Eso de que la redención personal llegue a partir de una sexualidad desinhibida me pareció un poco pasado de vueltas. Yo le habría quitado un buen puñado de páginas al libro, las justas como para que no terminase aburriendo.

Flavia Company dijo...

Pues hace muchos años que lo leí, pero recuerdo que me gustó, que me impresionó mucho... no sé si lo leyera ahora... Con los libros es así, a veces una piensa cómo pudo gustarle tanto éste o aquél... casi ocurre con lo libros lo mismo que con los amores... cómo pude... o cómo pude dejarlo... o cómo me gustaría repetir... jajajajaja!

Anónimo dijo...

Me gustan mucho los posts de Magapola. En éste vende maravillosamente el libro. Algo que, por lo que leo, el libro no consigue por sí solo.
En cuanto a mí, quiero decir, que para gustos, autores. Además, el comentario de Rfa. me confirma en mi opinión prejuiciosa :P

Anónimo dijo...

A mí me impresionó mucho el libro. Lo primero porque no sabía que iba de nada de lo que estaba contando.

No me pareció nada pasado de vuelta, como dice Rfa. Ya he dicho que para algunos sería fuerte de digerir.

Un relectura de pasajes de es libro es lo mejor que se puede hacer en una noche de invierno...

Anónimo dijo...

No te pasa solo a ti, Vitro. Y es que Magapola desprende entusiasmo, una magnífica cualidad que es cada vez menos frecuente. El entusiasmo te hace frágil, porque al hacerte abrir la mirada y los brazos facilita el ataque. Por eso lo mostramos cada vez menos, envolviéndonos en protecciones que nos impiden darnos generosamente más allá de lo imprescindible. Y por eso las personas que se entusiasman son fuertes: porque saben aguantar los golpes o porque no se sienten golpeados.

Y se agradece la alegría que transmiten por lo que sucede.

Walter Kung Fu dijo...

¡Amén!


NáN disculpa la ofensa, era un chiste, ya sabes, educación religiosa. Sólo quería darte la razón. Magapola mola.

Anónimo dijo...

¡Ay, Walter KF, muchos molan por aquí! El grupo como grupo y los que lo forman por distintos motivos. Sí.

(Y los comentaristas).

Even the orchestra is beautiful!

una mujer dijo...

Magapola, mi recuerdo sobre esta historia de amistad y vida es muy agradable, me encantó hace muchos años, tanto que lo releeré y volveré a disfrutar durante este verano.

Nos escandalizamos por "mueve mueve" mientras consentimos demasiadas salvajadas en el nombre de cualquier tipo de poder, religioso, político, económico, ideólogos...

Como diría Ida... ¡Oh, humanidad!

Un saludo

Teruteru dijo...

Para mi es uno de los libros sagrados. Cuenta histrias y eso siempre me parecio espectacular...me encanta que la gente cuente histrorias, pero ademas de eso habla de teruteru y de como en esta vida hay cosas que se nos escapan a los ojos pero no al corazon, habla de que nuestro ser no termina en la piel, de lo putas que somos tod@s y de un punto de encuentro comun para todo el mundo, justo entre nalga y nalga
en definitiva habla de que procures mantener tus promesa, procures sentirte limpio y busca siempre sentirte vivo

Anónimo dijo...

Esa última frase como un mantra que te mantiene de pie. Es que es un libro para despedazarlo párrafo a párrafo. No tiene ni una palbra de más.

José L. Solé dijo...

Desde luego es una novela difícil de etiquetar, todo un western atípico, también difícil de digerir como comentas pero en todo caso (acabo de leerla) me ha parecido una gran lectura, de hecho Spanbauer se ha ganado el derecho a que siga investigando el resto de su obra...

Saludos.-

Anónimo dijo...

Uno de los mejores libros de mi vida. Muy duro, pero arte en estado puro. Muy poético. Despelleje de sentimientos, situaciones y relaciones que no dejan indiferente, entretenido y un final que hace época. Y escrito que da gusto. Fíjate que yo de lo anal, como dice Rfa, ni me había dado casi cuenta. Es lo que tiene cuando lees escritura peligrosa, como el autor decía. Tocas de cerca temas que te molesta tocar y a algunos hasta leer. Para mi, un 10 de libro.