miércoles, 20 de junio de 2007

Soy afrodisíaco.

Estos días paso tanto tiempo en la biblioteca de la facultad que terminan ocurriéndome cosas raras. He descubierto, por ejemplo, que soy afrodisíaco. O sea, que despierto el deseo en los demás. Un deseo que no me afecta lo más mínimo, no os vayáis a pensar, porque mi papel se limita al de simple catalizador de hormonas ajenas. La gente se excita con mi presencia, y punto. Le ocurrió a una pareja que el otro día estaba sentada en mi mesa, justo a mi lado. Al cabo de un rato de concienzudo estudio, noté que la chica empezaba a meterle al chico la mano entre las piernas. Como soy muy discreto, no miré demasiado. Pero estaba claro que la temperatura subía por momentos, porque transcurría el tiempo y ninguno de los dos, ni el chico ni la chica, pasaban de página. Evidentemente, estaban disimulando y lo último que les interesaba era el libro. Cuando me di cuenta sentí una pizca de indignación. Una biblioteca no es lugar de pajoteo, ¿no? Si alguien quiere pasarlo bien, que se vaya al parque o a los lavabos, pero que no desconcentre a sus vecinos. Esta indignación, sin embargo, duró bien poco…

Muy pronto comprendí que lo divertido para ellos era que yo estuviese allí, porque introducía el componente de locura en la situación erótica. Es decir: ¡descubrí que yo era el afrodisíaco! ¿Qué habríais hecho vosotros? ¿Marcharos o quedaros? Yo, como además de discreto soy retorcido, me quedé. Y me dediqué a disfrutar de la situación: me metí en mi papel de empollón súper concentrado y dejé que se pusiesen a sufrir, los pobres. Ni os imagináis lo que se calentaron para que yo no me diese cuenta de nada. ¡Hasta sudaban! Al cabo de una media hora, cuando a la chica ya le temblaba hasta el pulso (no sé si de deseo o de prudencia), decidí que hasta ahí podía llegar mi sadismo. Recogí mis cosas y me levanté, y mientras iba en el coche, me pregunté: “¿habrán terminado la partida nada más irme yo?”. “Probablemente no”, me dije, “seguro que en cuanto se ha terminado el riesgo se ha terminado también la excitación”. Y me puse a pensar en otra cosa, mariposa.

9 comentarios:

Walter Kung Fu dijo...

Creo que no te colocaron en una posición cómoda, aunque fueras la excusa de la excitación de los otros. En cualquier caso, esta noche te invitamos a cenar a casa.

Anónimo dijo...

Rfa., no es por quitarte mérito, pero que la excitación fue por todas las circunstancias, incluido tú seguro, pero sobre todo por el lugar: un sitio prohibido, donde te pueden pillar por malo/a. Precisamente tú lo has dicho: "Una biblioteca no es lugar de pajoteo". Es como hacerlo en una iglesia (sí, es verdad, Cristo es también muy afrodisíaco).

Álvaro dijo...

Jajajaja... Les daría morbo que tú estuvieras cerca... De todos modos, tienes que reconducir ese sentimiento que disparas en la gente porque si tú no te beneficias de ello... jajaj

Walter Kung Fu dijo...

Á. Matía, el ego es un algo impredecible e insaciable, siempre deseoso de ser alimentado, y esta situación, no cabe duda, que lo engorda.

Rfa., yo no sé como sería ella ni como te miraría, pero apuesto por tus rizos de querubín.

Rfa. dijo...

Os confundís todos, queridos. Aquí no hay ego que valga. Lo que yo quería contaros es que a veces, por el mero hecho de estar en un sitio, puedes provocar deseo sexual entre dos extraños que ni siquiera te conocen. Pero eso no tiene nada que ver con mis rizos, sino más bien con la situación morbosa que se provoca. Y ahí está la parte cómica de todo el asunto: en el hecho de que probablemente esos dos recordarán toda su vida la tarde en que se metieron mano en una biblioteca mientras alguien estudiaba a su lado. Y todo lo más que llegarán a recordar de mí será que yo era una persona de negro, sin cara. Con un poco de suerte, a lo mejor hasta piensan que era un cura. Ojalá.

Anadja dijo...

¡¡Jajajajajaja!!
Rfa. dudo que hayan pensado que eres un cura, aunque la idea me divierte un montón...
Las situaciones morbosas, creo que las puede provocar tanto un lugar prohibido, como la presencia "inoportuna" de alguien, ambos Rfa. y Magapola tenéis razón. Aunque es algo que yo no llego a entender del todo... No os animo a dar vuestra opinión al respecto, pero no me importa revelar la mía; lo cierto es que a mi la falta de intimidad me corta bastante el rollo, que queréis que os diga...
Vaya ratito que debiste pasar en la biblioteca, querido Rfa., lo que me sorprende es que aguantases sentado en la mesa... Yo creo, que habría salido corriendo ruborizada, jeje...
Por cierto otro día os contaré el....el encuentro sexual al que tuve la desgracia de asistir en un autobús de Alsa Madrid-Cádiz, ¡ahí es nada!.

Miguel Carvajal dijo...

Es cursioso ver cómo reaccionaría la gente ante lo que le ocurrió a Rfa. en la biblioteca: unos se ruborizan, otros se escandalizan, otros se avergüenzan, ¡y ninguno participa! Si hubieras sido vouyer o como se diga habrías disfrutado.

En cualquier caso, vaya par de cochinillos. El ser humano es el único animal que guarda la intimidad.

n. dijo...

Je, je, yo les habría dejado una nota al salir que dijera "buscad mañana paja + biblioteca" en YouTube..."

Anónimo dijo...

¡¡¡Mirad, mirad, las bibliotecas sí que son afrodisíacas!!!

http://www.abc.es/20070702/catalunya-catalunya/salud-instalara-expendedoras-preservativos_200707020247.html