El crimen de Fago o las pasiones humanas
Me llama la atención la forma en que los periódicos nos informan sobre este asunto, y en general sobre cualquiera de este tipo, puesto que siempre apuestan por un punto de vista criminológico-policial, tomando criterios a lo sumo medico-forense, para elaborar su análisis de la noticia.
Bien, yo os quiero dar, con vuestro permiso, otra visión: la filosófica. Suena raro, ya lo sé, "¿qué pinta aquí la filosofía?", me estáis ahora preguntando, y muchos dejaréis de leer.
Os lo voy a explicar.
En filosofía está lo que en griego se llama orgē. Se trata de una de las pasiones humanas que más titulares llenan en nuestros días, cientos y cientos de telediarios, periódicos y discursos políticos. Es la cólera (o ira).
Pero esta pasión que arrasa en cientos y cientos de telediarios, periódicos y discursos políticos, también se encuentra en el vecino de la casa de al lado al que no le dejas que cubra la terraza, en el compañero de curro que entró antes que tú y piensa que le vas a quitar los favores del jefe, en esa ex-pareja a la que dejaste sin un motivo que ella entendiera, o, como en este caso, en tu mayor rival político.
Ten cuidado y sigue leyendo.
La cólera, es una emoción que surge porque piensas que alguien te ha hecho una ofensa o daño, y de ese DOLOR nace un sentimiento de PLACER, que es la convicción de que la represalia es buena y necesaria para el agresor.
Por supuesto, esta composición no me la estoy inventado ni me ha surgido después de estrujarme hasta más no poder el cerebelo. Se la he robado al mismísimo Aristóteles. Este ilustre hombre, con el que estaba de acuerdo el célebre Epicúreo, afirma que el que no era capaz de sentir cólera es, nada más y nada menos, que un esclavo, que dejarse pisotear es una percepción deficiente de la propia valía.
Calma. Sigamos con el razonamiento.
Nuestra sociedad, que tantas raíces bíblicas tiene, nos empuja poner la otra mejilla como hacía Jesús. ¿Entonces debemos ser esclavos? ¿Es que si no nos dejamos pisotear somos malas personas? ¿Quién no ha estado colérico sin que por ello haya deseado hacer daño al otro? ¿Y por qué desear hacer daño a alguien que te lo ha hecho a ti debe ser moralmente sospechoso?
Tranquilidad.
Yo no pienso que sea un signo de debilidad el hecho de que yo sienta que me han hecho un daño y no desee daño alguno al agresor; pero tampoco voy poniendo la mejilla así como así y, en cambio, no creo que eso me sea reprochable desde un punto de vista moral.
Martha C. Nussbaum es una filósofa no tan célebre como Aristóteles o Jesús, pero al menos actual, lo que le dota de una mayor comprensión de lo que nos sucede ahora. Leed esto que he extraído al respecto de su libro La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística(*), y que me ha ayudado enormemente a elaborar toda esta exposición:
Primero, es importante tener presente que la cólera no tiene por qué ponerse en acto para tener el rasgo en cuestión [la agresión]. Lo que el análisis exige es un deseo de que el otro sufra, no una acción de represalia, que uno podría, por múltiples razones, decidir no llevar adelante. Lo que se afirma es, simplemente, que estar airado con alguien no es solo reprocharle que haya cometido una ofensa voluntaria, sino también desearle mal. Segundo, el mal que se desea puede no se algo tan dramático como la muerte o la tortura corporal. Puede ser mucho más sutil: un castigo legal; un castigo divino en la otra vida; una vida que acabe mal y en que el mundo reconozca la maldad de la otra persona en cuestión; el reconocimiento de la terrible ofensa que uno ha inflingido; o quizá incluso seguir siendo la mala persona que es (tal es la base de la representación que hace Dante del infierno). Una vez que comprendemos que los malos deseos pueden adoptar todas esas formas, complejas y sutiles, la afirmación de que algún mal deseo es esencial para la cólera parece mucho más plausible.
Si a la cólera le añadimos otro tipo de pasiones, como el amor, ¿cómo separar los deseos nacidos de uno o de una y otra pasión?, ¿cómo deshacer la complejidad?
Mairena era amigo de Grima, tanto que le ayudó voluntariamente a instalarse en el pueblo. Mairena le exigió, legitimando tal exigencia en su amistad, que no se interpusiera en sus aspiraciones políticas. Grima no lo hizo, es más, le pisoteó políticamente ganando las elecciones. Mairena se sintió herido, sintió ira, le deseó mal y hizo todo lo posible para causarle daño. Pero todos los intentos de causarle sufrimiento eran paralizados por Grima, y en cada fracaso Mairena se sentía cada vez más herido, buscando por tanto infringirle un sufrimiento a Grima a la altura de su dolor... El resto sale en los periódicos.
Los periódicos dicen de Mairena que es un psicópata y que su actitud ha sido de total frialdad... Y yo me pregunto ¿cómo se puede decir eso de alguien que ha sido arrastrado por las pasiones? Las pasiones y emociones como el amor, el miedo, la cólera son necesarias, pero no nos debemos dejar poseer por ellas, por muy romántico y peliculero que parezca hacerlo... sobre todo si no queremos acabar siendo un titular.
En todo caso, no quiero adelantarme, la investigación continúa y todo está por decir.
(*)La terapia del deseo: teoría y práctica en la ética helenística [The Therapy of Desire. Theory and Practice in Hellenistic Ethics], traducción de Miguel Candel, Ediciones Paidós Ibérica, 2003.
6 comentarios:
Muy acertada tu reflexión.
Por mi parte, al no tener que argumentar con objetividad, estoy convencido de que el amor que sentían el uno por el otro se convirtió en odio mortal.
Ser montañés tiene sus normas y la hombría es una de ellas.
Sí, es acertada. Siempre me he preguntado por qué catalogamos de psicópatas a personas que han cometido una barbaridad. Parece que quiséramos distanciarlos, alejarlos de la normalidad, para tranquilizar nuestras conciencias. Como si el mal fuera una cosa de locos y su cabeza les justificara. Y no, nada de eso. El mal lo tenemos cerca, dentro incluso, puede salir o no, pero tenemos esa capacidad, esa potencia. Lo tenemos tan cerca como esa escopeta de caza encima del armario o el cuchillo del jamón en en la cocina.
El problema es que los medios no lo han tratado ni de forma científica ni forense: lo han tratado únicamente de forma sensacionalista, en plan novela de Agatha Christie o de relato de la España profunda tipo Puerto Hurraco, lo que hace mucho más meritorio tu análisis, Magapola. Es cierto que los medios utilizan el término psicópata de forma gratuíta. En este caso (y mientras no acabe la investigación no se puede concluir nada), sorprende la disposición del presunto asesino a hablar con cualquier periodista que se le acercara, lo que puede parecer algo narcisista.
En fin, como cita filosófica todo esto me ha recordado eso de "El miedo es el camino a El Lado Oscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento". Filosofía jedi, ya sabéis ;)
Con tanta filosofía ha acabado Ud. por mezclar a Juan de Mairena con Santiago Mainar...
Estoy de acuerdo con el planteamiento que ha hecho Ud. Cuando nos presentan en las medios una noticia truculenta como la de Fago, yo siempre me quedo pensando lo que habrá tenido que aguantar y soportar durante días, y meses y años el ahora detenido hasta llegar al punto límite de tirar por la calle de en medio, y acabar con la persona que estaba dispuesta a acabar contigo.
Lo que ocurre es que esa muerte en vida que lenta y paulatinamente causa A en B no tiene ninguna trascendencia, y sólo la tiene la muerte de forma repentina que B causa a A.
Y, ¿acaso la una es más muerte que la otra?
Da igual que la investigación continue, lo bueno de estos relatos o reflexiones no es que se ajusten a lo que pasó sino a lo real...que no siempre es lo mismo
Muy bueno! Un saludo!
Me parece muy meditado este sesgo filosófico que le da usted al asunto, querida Magapola, pero yo me dejo seducir mucho más por la simplicidad de la historia. Por su simplicidad y su perfección: dos amigos, un pueblo olvidado, toda una vida de odio y un asesinato.
Y ya que estamos, también me siento profundamente conmovido por la historia de la astronauta que se atravesó medio país en pañales para matar a otra mujer (también astronauta)porque pensaba que estaba liada con el piloto del que ella se había enamorado. Si hubiera sido un hombre, claro, los políticamente correctos habrían empañado la historia con matizaciones innecesarias sobre la violencia de género. Pero, por fortuna para nosotros, la asesina ha sido una mujer. Ningún bienpensado sin imaginación vendrá a estropearnos esta maravillosa combinación de ingredientes en una historia negra.
A veces, cuando la realidad supera la ficción, la moral estorba.
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