Sparklehorse
En 1996, Mark Linkous jugó la dichosa partida y consiguió un aplazamiento. Tras un concierto, una sobredosis de Valium y antidepresivos varios le dejó inconsciente durante 14 horas en el baño de un hotel de Londres, con la mala suerte de que sus piernas quedaron aprisionadas bajo el peso de su propio cuerpo, lo que casi le cuesta una invalidez permanente. Pero, como ha sucedido este año con Micah P. Hinson y sus famosos problemas de espalda, parece que el dolor es capaz de sacar lo mejor de ciertos músicos: tras un duro proceso de rehabilitación, Linkous entregó un disco enorme, "Good Morning Spider", que le consiguió el aplauso unánime de la crítica y el reconocimiento de sus compañeros de gremio, que se daban de tortas por trabajar con él. Y como Linkous no es tonto, la plana mayor de la independencia musical de comienzos de siglo le echó un cable para completar uno de los mejores álbumes de esta década, "It's a Wonderful Life", producido a medias por Dave Fridmann y John Parish y con apariciones estelares de Tom Waits, Daniel Johnston, P.J. Harvey o Nina Piersson (The Cardigans). Atento a todo lo que se cuece,
Linkous dejó en manos del productor de moda (Danger Mouse, responsable de uno de los hits del año, "Crazy") la producción de la difícil continuación de semejante obra maestra. A pesar de todo, "Dreamt for Light Years in the Belly of a Mountain" es un disco bastante continuísta, un buen álbum que no alcanza las mismas cotas que sus predecesores.
La música de Sparklehorse no tiene demasiado truco. Básicamente sus canciones de pueden dividir en dos grandes grupos: los arrebatos punk bañados en distorsión y las bellas estampas en las que se pueden adivinar monstruos escondidos tras los setos y un ruido de fondo que convierte un bello paseo en una experiencia inquietante. Y ese menú ofrecieron Linkous y su banda en su concierto del día 29 en la sala Joy Eslava de Madrid. Cayeron varias de su último disco (entre otras "Morning hollow", "Some sweet day", "It's not so hard" y la celebradísima "Don't take my sunshine away"), pero también hizo concesiones a todos aquellos que piensan por defecto que cualquier tiempo pasado fue mejor. Acompañado de una banda absolutamente competente (el batería era un espectáculo en sí mismo) y reproduciendo el complejo entramado sonoro de sus discos con ayuda de elementos pregrabados, el único pero que se le puede poner al espectáculo de Linkous fue su corta duración y una cierta frialdad. Peros que se esfumaron cuando empezó a sonar "Gold Day" y de repente recordé por qué demonios malgasto tanto tiempo persiguiendo discos por tiendas de segunda mano y escuchando música que en general me importa tres cojones. "I just wanna be a happy man", cantó Linkous. Pues mucha suerte, se lo merece.
2 comentarios:
ay...músicos atormentados, cineastas inadaptados, escritores sicóticos...¿el dolor engendra la poesía? ¿El sufrimiento es el germen de la creación?
Si ya lo decía mi profesor de literatura...si todos folláramos más se acababan las artes...
juan
www.gritosenelcinemudo.blogspot.com
¡Ja, ja! Interesante reflexión, Juan, cargada además de verdad. He estado buscando este fin de semana una entrevista que leí de un músico del mismo palo que comentaba que lo de la necesidad de sufrimiento para componer era una chorrada, que él sólo era capaz de componer cuando era feliz. La verdad es que me sorprendió, aunque por otra parte me pareció lógico. Como consumidor sí me parece más lógico disfrutar más de la música lastimera, ya que en los momentos felices no necesitas de apoyos externos.
Con respecto a la frase de tu profesor de literatura, me ha recordado a una entrevista a Nacho Vidal en la que confesaba que en su vida sólo había leído tres libros, el más complicado de los cuáles era "El principito". Y no sé por qué, en ningún momento pensé "qué idiota"...
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