Mi agosto
Sin querer decir que siempre fue así, o que vaya a serlo ni mucho menos, detesto irme de vacaciones en agosto. Es algo ya maniático, disfuncional, neurótico y carente de sentido práctico en estos tiempos que corren, pero de verdad que no me gusta.
Cuando era un canijo, nos íbamos mis padres, mi hermana y yo, y a veces amigos de mis padres con sus respectivos hijos/as, de camping, en la provincia de Ávila junto a los límites de Madrid y Segovia, en una zona montañosa, a cierto nivel del mar. La tienda de campaña, primero canadiense, y luego tamaño familiar con dos habitaciones y salón, estaba plantada allí todo el año. Los fines de semana huíamos de la gran ciudad hacia el camping, para acabar allí día tras día todo un mes de agosto, hartándonos a paellas hechas en fuegos artesanales de madera de verdad y piedras alrededor marcando el territorio hasta donde el fuego podía llegar, hartándonos también a filetes rusos empanados, tortillas de patata tan ricas como esas que sólo nuestras madres saben hacer, ensaladas camperas, y huevos fritos con chorizo frito y un chorreón de vinagre para desayunar los domingos. Allí fue donde descubrí la fabada Litoral, tan indigesta como espectacularmente sabrosa.
Recuerdo que teníamos que hacer una zanja alrededor de las tiendas para que en época de lluvia y nieve no se nos inundaran las tiendas. Un día, el agua caía torrencialmente y yo, en plan hombre -más bien canijo- que lo arregla todo, se me ocurrió hacer una zanja más grande para ayudar a la evacuación de la inundación que estábamos sufriendo en nuestra super tienda de campaña. Hasta que un inmenso trueno, por el brutal sonido que hizo yo diría exagerando que cayo a cinco metros de mi, hizo vibrar mis oídos internos mucho más de lo normal. Casi me hago caquita en los pantalones, y todo blanco me metí en la tienda lo más rápido que pude. Lo que más recuerdo son las risas de mi madre al ver aquella pálida cara del susto que yo llevaba encima, lo cual hizo destensionarme bastante y acabar riendo a la par. Y recuerdo mis viajes solitarios en bici por las pequeñas carreteras de los alrededores del camping, cuando me encantaba pensar que era Jose Luis Laguía, Marino Lejarreta o Perico Delgado subiendo el mismísimo Alpe d'Huez, poniéndome en esa posición de culo-fuera-del-sillín pedaleando y balanceando a la vez la bicicleta de izquierda a derecha, y haciendo tirones de vez en cuando como si tratara de escaparme del pelotón.
Me vienen a la mente dos palabras que adoraba y sigo adorando: riachuelo y helecho. Los viajes al riachuelo para llenar la cantimplora con el agua más fresca y limpia que pudiera imaginar, y los helechos, todo aquel escenario estaba lleno de helechos, esas plantas que datan de hace más de trescientos millones de años. También me vienen a la cabeza las vacas pastando, y sus mierdas espectaculares de grandes, qué pedazo de mierdas, con sus moscas verdes merodeando las más frescas, auténticas moscas mierderas, y otras secas como la tierra en sequía; aquello no importaba, era producto de la vida semi salvaje. Así eran los campings antes, sin farolas, sin agua caliente la mitad de los días, sin setos recortados al milímetro, sin parcelas medidas al metro cuadrado, allí te plantabas como querías y donde querías, espacio para ello había, y ni mucho menos había piscina, pero todo encajaba suavemente, a la luz de una luna que se dejaba ver a su gusto dependiendo de la semana, y a la luz de las estrellas más claras y grandes que he visto en mi vida, y bueno, si disponías de una lámpara de aceite mejor que mejor.
Más tarde nos decidimos por la playa, Conil. Mi padre cogía su super Seat 131 con ranchera y nos liábamos en un viaje casi interminable (hablo de los ochenta, cuando las carreteras no eran ni mucho menos esas autovías tan chulas de ahora con asfalto del bueno antilluvia y antideslizante, ni tenían tantos carriles para adelantar a los que llevaban el seat 124) pues decía, nos liábamos en ese viaje casi interminable hacia las playas de Conil, cuando aquello era un pueblo pequeño y tranquilo, y no tenía decenas de urbanizaciones construidas a su alrededor, cuando sus playas sólo se llenaban (y hablo de llenarse, no de abarrotarse como pasa ahora) los domingos, y cuando los campings (porque nosotros continuábamos de camping) seguían sin tener piscina.
Así que quizás sea que ya me he dado suficientes vacaciones en agosto como para buscar otro tiempo, otro mes, otra cosa diferente, algo nuevo y divertido; y qué cojones, que todo el mundo se va en este mes, y tengo aversión a las masas, a seguirlas, tengo siempre esa mosca detrás de la oreja cuando algo es ampliamente aceptado por las masas (ese miedo producto del capitalismo feroz, que provoca asociaciones tipo: soy una empresa que lo que persigo por encima, y muy por encima, de todo, es ganar pasta aunque el producto en cuestión sea algo inservible, inútil y más fútil que un programa de la tienda en casa o un episodio de Walker Texas Ranger con Chuck Norris al frente repartiendo hostias a los malos, el cual, al producto me refiero, lo va a comprar hasta Perry y el Tato, y Manolo el de la tienda de chicles, junto con Roque, el niño granaíno que le gustaba el underground, porque, señores, este producto es una mierda pero joder como mola. Es decir, asociaciones tipo: masa igual a caca, lo cual quizás sea una regla estúpida, aunque se cumpla la mayoría de las veces -prometo dejar un tiempo prudencial hasta la próxima revisión de La rebelión de las masas de Ortega y Gasset-).
En fin, que no me gusta agosto para viajes especiales, que me gusta Madrid en agosto, que me quedo por aquí, con los Veranos de la Villa, con sus fiestas de barrio (aunque sean ya poco auténticas), con los cines, con las calles semi desiertas, con decenas de sitios para aparcar en el barrio, y con sus garitos y terrazas en los que en unos no tienes que sentirte como una sardina enlatada y en otras no tienes que esperar cola, aunque, oye... si al final sale algo interesante o me invitas a un lugar maravilloso, quizás hasta mande a tomar viento mis neurosis y manías varias...
Vida en agosto en una gran ciudad, sin playa, sin montaña a menos de media hora, con calor, y tiendas cerradas. Vida urbana adormecida por el terror a una depresión producto de un verano sin vacaciones. ¿Quién dijo que agosto en Madrid era una mierda?, pues no, es un maravilloso y somnoliento oasis en medio del desierto. Un desierto que volverá a ser inhóspito, duro y delirante cuando septiembre llegue, pero que seguirá conteniendo su magia intrínseca, porque los desiertos, por supuesto, también tienen magia.
mikto kuai
8 comentarios:
Me encanta tu relato, querido mikto kuai, pero me quedo con esta frase tuya que tal vez varíe el asunto del post, pero ahí va: "(...) tengo siempre esa mosca detrás de la oreja cuando algo es ampliamente aceptado por las masas (...)" Y yo te pregunto: ¿y si tú fueras ampliamente aceptado por las masas (que no todo el mundo) y éstas acabaran comportándose como tú desearas (lo cual puede ser dejar de ser masas)? Me refiero a que con qué agurmentos vamos a quejarnos de las masas si no queremos que estas se comporten de una determinada manera... Espera.. creo que no me explico bien... Tal vez pueda volver a reescribir esto de nuevo... más tarde... Es que acabo de comer y... creo que no me acompañan mis facutlades plenamente... Luego sigo.
Magapola
Je, je, creo que Magapola ha puesto el dedo en la llaga, y es que entre todo este paisaje veraniego y nostálgico se te ha vuelto a colar, querido Mikto, el duendecillo apocalíptico, desviando la atención de un bonito relato que nos podría llevar a compartir experiencias de veranos pasados a una posible polémica que bien merecería un post nuevecito.
Pero no lo puedo evitar, así que me desviaré y no hablaré de los rulos que dábamos mis padres, mi hermana y yo por Europa a bordo de un Talbot Horizon color mandarina con la tienda de campaña en la baca y pasaré al escabroso tema de la masa. Siempre me ha parecido arriesgado hablar de forma
condescendiente de la masa, ya que eso supone colocarse uno mismo en algún lugar fuera de la misma (¿por encima, quizás?). Parece que dentro de la división que hacía Umberto Eco entre Apocalítpicos e Integrados tú te encuentras claramente en el primer grupo, viendo únicamente la parte negativa de la cultura de masas.A estas alturas me parece personalmente algo ingenua esa postura: nos guste o no, todos formamos parte de lo que denominas "capitalismo salvaje", lo único que nos diferencia es la elección de producto, proveedor y canal; simplemente nos ajustamos al mercado que más nos conviene. Muchas veces la diferencia entre un producto de masas y un producto de culto es una simple cuestión de suerte o de marketing adecuado (¿perderían valor Sonic Youth si llenaran estadios? ¿Sería Qué nos va a pasar peor canción si la cantaran la Oreja de Van Gogh?). En fin, como ya te he dicho hay demasiada tela que cortar. Es obvio que el 90% de lo que nos venden es mierda, pero cada uno es libre de elegir, y negarse a algo sólo porque haya sido aceptado parece algo prejuicioso: te lo dice un integrado total que se lo ha pasado como un crio viendo Piratas del Caribe en un cine repleto, que cuenta los dias hasta que empiece la tercera temporada de Perdidos o que no puede dejar de oir a las Pipettes, un producto descaradamente mainstream que simplemente no ha explotado (todavía).
Mmm, debo estar tenso porque a algunos no nos quedan más cojones que pillarnos las vacaciones en agosto y estoy totalmente de acuerdo con que Madrid es mucho mejor ciudad en agosto. Snif.
n., como siempre, estás ahí, explicándote tan deliciosamente que me dejo llevar por tu discurso y sí, estoy contigo.
El tema de las masas siempre me ha parecido un poco cuestión de tamaño, y es que yo no soy masa en este pueblo en el que vivo, pero si todos los que son como yo que están diseminados por la faz de la tierra nos juntáramos, te aseguro que llenaríamos ese estadio de futbol del que hablas para ver y escuchar a Sonic Youth y muchos nos habríamos quedado sin entrada...
En fin, querido mikto kuai (y resto de "espectadores") ¿qué nos dices ante nuestras cuestiones sobre tu mirada apocalíptica del venariego mes de agosto?
Vamos por partes contertulios, primero, yo no veo nada de apocalipsis en mi post, pero si queréis que me ponga apocalíptico, dejadme, dejadme, ya veréis cómo me embalo.
Hablar de la masa claro que es arriesgado, y si no, mira la que he armado con sólo mencionarlo, y no meterme a saco con ello, que ya lo hizo en su día Ortega y Gasset, y lo hizo tan bien, pese al riesgo de que le tildaran de elitista y hasta de nazi, que, disculpen mi atrevimiento, citaré un fragmento, eso sí, algo extenso, pero creo que merece la pena, del filósofo español: ...Al contemplar en las grandes ciudades esas inmensas aglomeraciones de seres humanos, que van y vienen por sus calles o se concentran en festivales y manifestaciones políticas, se incorpora en mi, obsesionante, este pensamiento: ¿puede hoy un hombre de veinte años formarse un proyecto de vida que tenga figura individual, y que, por tanto, necesitaría realizarse mediante sus iniciativas independientes, mediante sus esfuerzos particulares? Al intentar el despliege de esta imagen en su fantasía, ¿no notara que es, si no imposible, casi improbable, porque no hay a su disposición espacio en que poder alojarla y en que poder moverse según su propio dictamen? Pronto advertirá que su proyecto tropieza con el prójimo, como la vida del prójimo aprieta la suya. El desánimo le llevará, con la facilidad de adaptación propia de su edad, a renunciar no sólo a todo acto, sino hasta todo deseo personal, y buscará la solución opuesta: imaginará para si una vida standard, compuesta de desiderata comunes a todos y verá que para lograrla tiene que solicitarla o exigirla en colectividad con los demás. De aquí a la acción en masa. La cosa es horrible, pero no creo que exagera la situación efectiva en que van hallándose casi todos los europeos...; y estamos a finales de los veinte del siglo pasado cuando Ortega hablaba de esa manera.
En la vida hay que tomar riesgos, si no, uno estará más perdido que un charco en medio de un día caluroso y feroz.
Por supuesto, todos formamos parte del capitalismo, pero ni mucho menos todos formamos parte del "capitalismo salvaje", yo, le aseguro que no pertenezco al salvaje. El mercado está ahí y casi toda cosa que se mueve es mercado, pero esto no se trata de buenos y malos y demás maniqueismos que simplifican las cosas tanto que dan una visión de primeras fácil y convincente pero del todo irreal, superflua y falta de la complejidad que el tema requiere.
Por dios, n., no me diga usted ahora que Sonic Youth no pertenecen a la masa sólo porque no ha tenido un marketing adecuado, de acuerdo, no lo dice, pero parece insinuarlo, una de dos, o incluso las dos, o usted sólo ha escuchado el "dirty", o no le ha puesto a alguien el "confusion is sex" de pe a pa sin que le tilden de tarado.
Y sí, cada uno es libre de elegir, yo, por supuesto, eligo. Y no niego algo porque ese algo está ampliamente aceptado por las masas, simplemente digo que en esos casos, como apuntaba magapola, tengo la mosca detrás de la oreja, luego yo analizo, estudio ese el algo, y entonces, ya sí, independientemente de que le guste a la masa o no, juzgo. No prejuzgo, me mantengo alerta ante tanta estafa en este mundo que corre y corre cada vez más deprisa.
Queridos todos, lamento discrepar con Mikto Kuai. No confundamos el capitalismo con la masa, por Dios. Llevo una semana en Estambul y cuando llegue (perdon por la falta de tildes, estos turcos no las usan) me parecio que moverme por aqui era lo mas alternativo que podia hacer. Ahora, sin embargo, cuando me he acostumbrado y me descubro entre musulmanes, en sus aglomeraciones de la mezquita y en sus manifestaciones, me pregunto si no sera esto tambien otra forma de masa. Y claro, seria un disparate hablar de capitalismo musulman, no? Pues eso. Definitivamente, viajar hace mas sabios, mas escepticos y mas reacios a dejarse llevar por estereotipos de cualquier tipo.
Me ha encantado su cronica veraniega, Mikto Kuai. La nostalgia (bien entendida, por supuesto) es una maravillosa aliada del blogger.
Os quiero a todos.
¡Hola rfa.! Me alegra mucho su alegría por el viajar, y en concreto, por su viaje turco. Espero que nos cuente a su vuelta multitud de anécdotas y sensaciones.
Comentarle, sin embargo, que, como ha ocurrido con otros contertulios, he sido de nuevo malinterpretado. En ningún momento digo que la masa es igual a capitalismo, de hecho, yo no pertenezco a la masa (lo afirmo aun a riesgo de que me tilden ustedes de elitista, o con sentimiento de superioridad, o mil cosas más; ni me siento elitista, ni superior, ni mejor que nadie por no pertenecer a la masa, yo también tengo mis propias miserias, como todo hijo de vecino), y, sin embargo, sí pertenezco al capitalismo, que es el sistema del que por suerte y por desgracia, me nutro y me desnutro.
Lo que está claro es que hay una relación muy profunda entre capitalismo y masa, no en vano, el capitalismo busca ante todo el rendimiento económico, y que mejor que una masa enorme y moldeable a su gusto que haga las veces de comprador del producto, y sustentador del sistema. Nada de tareas arduas y difíciles como intentar llegar al ser individual... ¡uno por uno!, ¡por dios!, eso no rentabiliza, o más bien, no permite tener las ganancias deseadas. Asi que masa no es igual a capitalismo, aunque haya mucha masa capitalizada.
¡Ay!, ¡viajar!... qué maravilla, cierto es todo lo que dice, rfa., acerca del viajar. Deseo pronto poder hacerlo, pero en agosto... creo que ya no...
Espero ansioso su llegada de esas tierras mayormente musulmanas.
Yo, fiel seguidor de la nostalgia, os recomiendo igualmente viajar. Siempre viajar. A mi, personalmente, es lo que mejor me sienta. Viajar y conocer lo desconocido. Como muy bien se dijo ya, nos hace más sabios y más tolerantes.
A mi me ha hecho vibrar el relato veraniego de Mikto Kuai y de duendecillo apocalíptico nada. Me quedo con:
"Al intentar el despliege de esta imagen en su fantasía, ¿no notara que es, si no imposible, casi improbable, porque no hay a su disposición espacio en que poder alojarla y en que poder moverse según su propio dictamen?"
gracias Mikto.
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