Los toros
Que te gusten o no los toros no te hace más o menos inteligente, eso creo que es evidente, ¿no? Tampoco supone que tengas más o menos sensibilidad hacia el arte, evidentísimo también, ¿verdad? Que te gusten o no los toros es una cuestión de folklore, de costumbre popular, con sus excepciones, claro, pero hablemos de generalidades, ¿de acuerdo?
Y digo todo esto porque creo que una corrida de toros será todo lo que tenga que ser, pero hay algo que ineludible está ahí: es un espectáculo que consiste en que durante minutos varios hombres se enfrentan con distintas clases de pinchos a un toro clavándoselos hasta que uno de ellos le da muerte con una espada (estocada).
Ponle música, ponle bocata, ponle un torero con con más o menos estilismo, ponle todo lo que quieras, pero para mí es como si el mejor actor del mundo sale en la mejor película del mundo dando puñaladas a un perro: H O R R I B L E. Y no querría que se repitiera nunca.
10 comentarios:
No soy taurino aunque me iría corriendo a una corrida de San Isidro, especialmente si me invitaran al Tendido 7. En cualquier caso, es un tema en el que no se puede opinar sin caer en algún tipo de maniqueísmo o demagogia.
Creo que más que demagógico se quiere hacer demagógico. Para mí lo es tanto como pronunciarse sobre las peleas de perros montadas por los hombres para los hombres. Yo lo tengo claro.
Yo sólo quiero dejar aquí la réplica a los principales argumentos esgrimidos por los taurinos, que me parecen de lo más interesantes:
“El toreo es cultura”. Si se alude a las costumbres de una época o un pueblo, efectivamente el toreo es cultura, como cultura eran, también, los combates a muerte entre gladiadores y no hay razón para defender la pervivencia de tan bárbaras costumbres. Pero si por cultura quiere entenderse el afinar las facultades intelectuales, nada hay de cultura en torturar y matar animales. Y que algunos personajes tenidos como cultos sean defensores de las corridas tampoco significa nada. A muchos nazis les encantaba la ópera.
“El toreo es arte”. ¿Se refiere a haber servido de tema a diferentes artistas? También se han realizado espléndidas obras sobre las guerras o el martirio de los santos, y no por ello son costumbres a conservar. Ahora bien, si por arte se entiende la habilidad para hacer una cosa, torear puede ser un arte, lo mismo será arte pilotar una moto, arte levantar una pared de ladrillos, arte robar carteras y arte practicar la tortura china.
“El toreo es tradición”. En la actualidad nos horroriza la tradición de algunos países africanos de extirpar el clítoris a las niñas. También hemos oído hablar en el pasado de otras prácticas monstruosas como la quema de herejes, o la esclavitud. Por ello el argumento de que algo por el simple hecho de ser tradición merece ser conservado, carece de cualquier fundamento.
“Sin el toreo, desaparecería el toro”. Como el ecologismo está de moda, los taurinos se fingen hipócritamente conservacionistas. Pero, del mismo modo que hoy se preserva al lince Ibérico, o a la vaca Tudanca, nadie consentiría que el toro de lidia desapareciese. En Polonia, por ejemplo, se conservan manadas de bisontes, que la Comunidad Europea vela con exquisito mimo, pese a que no renten beneficio alguno. Intentar salvar la permanencia de una especie torturándola y asesinándola no me parece la mejor de las formas.
“Hemos creado una raza; la raza de lídia”. Inventos
o no, lo que me atrae de este argumento es la pasión de los taurinos por erigirse dioses que deciden no ya qué raza pueden crear o no, sino cuál van a destinar al exterminio.
“El toreo genera mucho dinero”. Dinero que sale de nuestros impuestos para lucro de ganaderos, aristócratas, terratenientes, apoderados, empresarios y toreros de fama. Millones de euros que se desvían incluso de las subvenciones europeas. Por cierto, también genera mucho dinero el contrabando de armas o el narcotráfico.
“El toreo crea puestos de trabajo”. De los toros sólo vive un puñado de gente. Después del reparto millonario entre empresarios y toreros, los demás trabajadores malviven con sueldos míseros que no incluyen cobertura social, por lo que se dedican a ello de forma esporádica. Los sastres y armeros, no necesitan de la “Fiesta” para seguir ejerciendo su oficio. Lo mismo sucede con los ganaderos: No hay diferencia mayor entre criar toros o vacas lecheras. Sólo quedan los toreros, que no son tantos, y pueden dedicarse como el resto de la gente, a vivir de un trabajo digno, y no de la tortura de animales.
“¡¡Pero si el toro no sufre!!” Claro. A ver si lo entiendo: ¿Que le dan con la puya, le clavan las banderillas, lo atraviesan con una espada y lo rematan con una puntilla... y no le duele? Que le cortan las orejas y el rabo en vivo... ¿y todavía tenéis narices de argumentar que el toro disfruta?
Coincido totalmente con Walter, a ver si empezamos por cosas que están ahí más cerca como ahora que es navidad: la multitud de mascotas que se regalarán para luego en verano algunos desaprensivos abandonarlas. Eso sí tenía que ser legislado!. Dejemos a un lado la demagogia y actuemos de una vez!
Eso, Néfer, a ver si empezamos con lo que es de verdad importante y los taurinos dejan de defender las corridas, estando como está el tema del clima, que se va al traste y ellos perdiendo el tiempo en Cataluña en vez de estar presionando en Copenhague. Si es que, no sé en qué están pensando estos turinos.
3 o 4 años fui de los del 7. Me decía, aquí en Madrid no hay fiesta provinciana, no suena la música animando la tarde con la charanga. Me sentaba a aprender de los que me rodeaban "las normas de la verdad" y me creía un entendido. En esa verdad. Pero cada vez me iba sintiendo más incómodo. Las posiciones "ortodoxas", el "conocimiento", el "valor de lo bien hecho", no me ocultaban del todo la masacre. Una noche, tuve una pesadilla en la que huía por calles estrechas de seis toros que me perseguían. De algún modo, no sé cómo pero los sueños son así, uno de ellos me dijo que eran los seis toros que había visto matar esa tarde.
No he vuelto a pisar una plaza de toros, ni a interesarme lo más mínimo por ese arte tran tradicional (como lo de tirar una cabra desde el campanario), tan culto y tan "verdadero".
Ojalá cierren todas las plazas. Antitaurina ha dicho muchas verdades, por ejemplo lo del dinero. Vivía en un tercero que daba a un patio de manzana. En la planta baja vivía un torero, de los que torean en las Ventas una vez cada dos años y unas cuantas corridas en provincias, muy pocas. Trabajaba en un taller, para poder vivir. En el tendedero se veía muchas veces el mono azul y, muy pocas, los capotes. Dinero para muy pocos. (Y normalmente para muy golfos).
Los que disfrutan del sufrimiento y la sangre deberían hacérselo mirar...
Es tan tradicional y típico como las lapidaciones populares en algún país de mentalidad tan artísticamente modelada como la de los taurinos.
Perdón por la autocita, pero me ha hecho gracia ver que coincidimos hasta en la manera de exponerlo:
http://www.gentedigital.es/blogs/anderiza/22/blog-post/2386/tauromaquia/
A mí me gustarán los toros el día que se intercambien los papeles.
A lo mejor entonces me hace gracia.
El toro mirando y el torero siendo toreado con lo que ello implica.
Me niego a heredar la barbarie del pasado, la humillación, la crueldad, la muerte en un espectáculo vil.
Y soy nieta de una experta taurina, tal vez por eso conozco bien lo asquerosamente repugnante que es esa mal llamada fiesta.
Sólo la palabra "matador" lo dice todo.
Y no hay demagogia en mis palabras, hay sinceridad y dolor por tanta gente que asume esto como si nada.
Un saludo,
Marta Navarro
Publicar un comentario