Mercado de los Mostenses
Según Wikipedia:
Debido a la insalubridad de los mercados al aire libre durante el siglo XIX, se decide por parte del Ayuntamiento de Madrid la creación de dos mercado que vinieran a superar la situación de los mercados al aire libre. En 1870 comienzan a construirse dos mercados: Mercado de los Mostenses y el Mercado de la Cebada. El mercado de los Mostenses fue construído en el mismo solar donde se levantaba el Convento de Premostratense de San Norberto.
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Debido a la insalubridad de los mercados al aire libre durante el siglo XIX, se decide por parte del Ayuntamiento de Madrid la creación de dos mercado que vinieran a superar la situación de los mercados al aire libre. En 1870 comienzan a construirse dos mercados: Mercado de los Mostenses y el Mercado de la Cebada. El mercado de los Mostenses fue construído en el mismo solar donde se levantaba el Convento de Premostratense de San Norberto.
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No sé cocinar. Pero me gusta. Así que llevo un tiempo intentándolo y mi siguiente atrevimiento fue el de preparar un risotto. Si a comienzos de semana iba a ser preparado con setas, éstas fueron directas a la sartén para ser revueltas con huevo, por tanto, tocaba innovar. Así que me dirigí al Mercado de los Mostenses a por unas verduras y unos carabineros que no encontré. La primera sensación que se tiene al atravesar sus puertas es de desorientación, no tanto por desconocimiento del lugar, sino por el potente olor que allí se respira y que te golpea de tal manera que no sabes si subir o bajar las escaleras de acceso que te encuentras nada más llegar. Luego que, a pesar de estar en el centro de Madrid, el desconcierto es total una vez allí dentro, pués no se sabe en qué país se está o si se ha sido transportado entre olores y alboroto vete tu a saber donde. Tal sensación irá en aumento merodeando y curioseando por sus pasillos y puestos, tratando de discernir si aquello que te han contado (es cutre, sucio, los alimentos son de baja calidad, tienen bichos, solo hay chinos, latinos, negros, árabes, etc.) es cierto. O no. Eso sí, no tengo tan claro que se haya subsanado la insalubridad de los mercados. Por lo menos, el del olor.
12 comentarios:
La primera vez que fui al mercado de Mostenses me llevó un amigo alemán para comprar comida china. Menuda mezcla, ¿eh? Recuerdo que nos llevamos un tarro de kim chi, que es una especie de ensalada china (o coreana) de col macerada. Pica muchísimo, pero está deliciosa. El tarro me duró tanto tiempo que al final no sabía si la col picaba porque tenía que picar o porque se había macerado más de la cuenta. Pero la historia es buena, ¿verdad? En el fondo, los mercados son lugares ideales para inventar historias...
Totalmente de acuerdo, siempre que puedo los visito. En cualquier lugar. Siempre hay gente y situaciones interesantes de observar, de vivir y de imaginar. Y luego, a comprar algo, por tonto que sea. Tras algunas dudas, yo me hice con medio kilo de calamares para mi risotto en los Mostenses. Aunque no lo parezca, recomiendo unos minutos su visita. Esto es un homenaje a los mercados, de los que mikto kuai podría contarnos muchas cosas.
Leyendo el comentario de W.K.F. y su poca habilidad para los fogones -a pesar de que le atraen-, he recordado mi vieja costumbre de coleccionar recetas de cocina. Las recortaba de periodicos y revistas y he llegado a tener miles. Pero pese a esa extraña afición, no he sido capaz de freir un huevo, que dicen que es lo mas facil de hacer.
¿Quien me explica esta extraña afición coleccionista y mi negación para la cocina?
Ay! los mercados, que sería mi vida sin esas charlas con mi pescadero sobre lo mal que está la vivienda, o sobre lo bueno que va ese pescado para una sopita invernal, a mi carnicero le debo las mejores selecciones de carne, el frutero lo tengo en la familia, y me dió una pena despedirme de mi charcutero, que era con quien mejor conectaba, cuando se jubiló hace unos meses... echo de menos esas cosas en Berlín, y el otro día en el estupendo mercado turco de Kreuzberg me acordaba de todas estas cosas, con esa nostalgia tan embriagadora que sale a veces.
Extraña afición aprendiz, pero puedo llegar a entenderla aunque no sepas freir un huevo, quizás la única explicación absurda sería que los polos opuestos se complementan...
Ya puedes imaginar, pues somos vecinos, que era mi mercado. Pero dejamos de ir, salvo a veces a la pescadera, ¡esa rubia simpatiquísima que está fuera del puesto, con los hijos dentro fileteando los peces!, porque ya resulta difícil encontrar una lechuga de las de siempre y porque además las colas son enormes.
Pero mira, mañana sábado me daré un paseo. Como apenas viajo, será una manera de ir a otros continentes.
El sputnik y el mercado de los Mostenses. Dos recuerdos de dos pasados. Pero veo que la nostalgia aflora en todos los comentarios, intensos y cálidos: los recuerdos exóticos de Rfa., reforzados por Walter, ¡la sorprendente historia de aprendiz!, la declaración de Mikto que nos recuerda lo necesarios que son. Reconozco que no me gusta comer, que normalmente es más un esfuerzo que un placer, pero todo lo relacionado con la comida y con la cocina me parece fantástico.
Si no conseguimos parar un poco el mundo, seréis la última generación que ha conocido y apreciado los mercados. Y de todos los modos artesanos (humanos a la escala de un hombre) de capturar o hacer crecer esa comida, que hay tras ellos. Tras el pensamiento único, la digestibilidad única.
¿Puedo reenviaros a las dos últimas entradas de Flavia Company, sobre ferreterías y sobre lápices de los de "sacar punta"? El otoño parece estar reenviándonos a todos a lo más esencial y frágil. (¡qué bien!)
Yotardo un tiempo hermoso en hacer la compra, miro todo,ingredientes, comparo precios, vamos, que es un coñazo hacer la compra conmigo.
De los mercados me gustan las pescaderías porque creo que los animales marinos son lo más complicado de cocinar, pero cuando te salen bien... ¡mmmm!, ¡están deliciosos! (¿Se nota que me gusta comer?) A quien se atreva, le tengo que dar a probar la receta de mi madre de mejillones al vapor :)
¡Mmmmmmmmmmmmmmm!
Sabores simples. Los únicos que acepta mi inculto paladar.
Yo tengo cerquita de casa el mercado de la Cebada y hay que reconocer que me alegro de no vivir justo en esa calle porque desprende un olor fuerte.
Me encantan los mercados pero me frustran, hay tantas cosas, tantas paradas, tantos olores...Me hiperactivo pero al revés, me quedo pasmada, sin moverme y decido irme a casa sin nada en la bolsa.
Uno de los recuerdos de mi infancia en Barcelona es acompañar a mi abuela al mercado por las mañanas y escuchar millones de historias de las vecinas mientras esperaba la cola.
No estoy de acuerdo con NàN cuando dice que somos la última generación que conocerá los mercados. Precisamente ahora creo que estos lugares están viviendo un auténtico renacer con todos esos inmigrantes que llegan cargados de nuevos ingredientes. Hace 10 años en las fruterías sólo había pimientos, tomates y lechugas; ahora hay de todo. ¡NáN! ¡No seas catastrofista, hombre!
Por si acaso, tú fotografíalo. ¿Qué pierdes? ¡Y cuánto ganamos! Requiere color, claro.
Qué gran exposición para La Cuchara Chueca.
Vaya, sólo hay chinos, latinos, negros y árabes? Pero en que mundo vivimos! No hay un mercado exclusivo para los blancos caucasianos??
¿Exclusivo? Uy que mal suena. Haberlos, haylos.
Por cierto, la semana pasada encontré mis primeros gusanos, vivitos y coleando, dentro de un melocotón de aparente buen aspecto.
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