lunes, 23 de abril de 2007

La escala de los mapas

Rescato esta primera novela de Belén Gopegui que se publicó por primera vez en 1992 por la editorial Anagrama y ganó el premio Tigre Juan de 1993. No sé por qué edición irá ahora, pero la que tengo yo es de 1999 e iba por la sexta. ¿En qué radica su éxito?

Lo que más me llamó la atención al leer esta novela fue la forma en la que estaba esrita: la prosa y lo que se cuenta son uno, se funden, el protagonista es frío, bizarro, algo patético, pero eso no me impidió sentir cierta empatía ante su afán por estudiar los accidentes geográficos de las peronas, o una tremenda curiosidad por su idea de elaborar un tratado sobre los huecos.

Asistimos a las pequeñas miserias de un hombre dominado por el miedo a hacer algo con su vida y a que los demás quieran algo de él. Solo lo desconcertante del amor hará que Sergio Prim, el protagonista, vuelva a tener en sus manos el trazo de su vida. Pero, fiel a sí mismo, le temblará la mano y se verá sobrepasado por la responsabilidad que conlleva ser parte de la vida de otro, en este caso Brezo, la chica de la que está enamorado.

Cómo Sergio Prim huye de él y de lo que le rodea se recoge muy bien ya en las primeras páginas:
- Me ha tocado sentarme -proseguía Prim- justo detrás de un joven que llevaba puestos esos minúsculos artefactos de escuchar música por su cuenta. La situación era ridícula. Los cascos dejaban escapar la suficiente cantidad de sonido, moderno, monótono, ya sabe, para perturbar a los pasajeros cercanos, y ni siquiera permitian apreciar la música naturalmente. Entretanto el joven, indiferente a su estruendo particular, tan pronto daba cabezadas como miraba las páginas de colores de una revista. Yo iba pensando en Brezo y aquel ruidillo no hacía sino aumentar mi desazón. Entonces tuve una pequeña fantasía de maldad. Me vi tomando delicadamente los dos extremos de la aureola del joven, separándolos poco a poco hasta formar una línea recta... y ¡clac!, los auriculares rotos.
- Pero se contuvo - intervine con fingida distancia.
- No exactamente. Busqué un hueco. Lo encontré en la tela del abrigo de mi compañero de asiento. Y durante el resto del viaje moré allí. Mirar, morar. Como ve, una simple vocal puede trastocar la vida de un hombre.

Mientras os digo que si tenéis la oporunidad de leero no os la perdásis, podéis pinchar en leer más y saber, de boca de Sergio Prim, qué es un hueco.

Pág. 109, capítulo 26.

Un experimento consiste en provocar cierto fenómeno para estudiarlo, y ustedes se preguntarán cómo se puede provocar un hueco. También Brezo me lo preguntó. Supón, le dije, que hoy te anuncian el regreso de un viejo amigo a quien ya juzgabas irrecuperable en la distancia de otro continente. Son las ocho de la tarde, tú sales a la calle fantanseando con el encuentro, es tan incontenible tu alegría que andas riéndote en voz baja, porque en un segundo has visto tu pasado con esa persona y el futuro, la dicha de la proximidad. Subes a un autobús enumerando los sitios donde piensas llevarle, tu brazo en lo alto se aferra a la barra sucia, un individuo de cogoto grueso te empuja contra el pecho opulento de una mujer, ella hace ostensibles gestos de molestia pero tú los ignoras, concentrada en la escena que imaginas, palpitas de puro júbilo, como si ya sintieras en tus costillas la presión del primer saludo. Mas he aquí que todo era una falsa laarma. Quien te anunció que tu amigo volvía se había confundido en ka fecha o en el nombre. "Qué chasco", comentarían algunos. "Qué huecos", diría Sergo Prim. ¿Dónde estabas tú mientras planeabas el encuentro? Si contestas "en un autobús", ¿no pecas, cuanto menos, de imprecisión? ¿De qué sustancia se compone, en qué lugar se ubica esa emoción que fue tuya: cuarenta y cinco minutos de felicidad concreta motivados por un acontecer ilusorio? El chasco, bien que fulminante, sucede a posteriori: afecta solo al último minuto, no puede borrar los otros cuarenta y cuatro pasados al margen de su jurisdicción. En cambio, ese espacio de tiempo contrario a la realidad de quiéne s, Brezo, Brezo, ¿a qué categoría pertenece?

La escala de los mapas, Belén Gopegui, Anagrama, 1999.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

A punto he estado de tener un síncope cuando te leo hablar de esta novela. Hará un año que la leí y en cuestión de dos meses había leído todo lo de BG.

Aunque creo que esta es con mucho mi preferida (fue un amor descendente, lo de sus sucesivas novelas). Por los blogs hay varias referencias mías. Pero sobre todo, en las playas de sib, hay una entrada de Lara Moreno sobre la diferencia entre hueco y huelgo que he de rescatar (se malograron sus posibilidades por unos inapropiados comentarios).

Sorprendido por ti, como casi siempre. Hablaremos más de Brezo y Prim.

rinconete dijo...

Muy buenos los textos transcriptos, me dan ganas de salir a buscar La escala de los mapas.Tengo una especie de maldición de relectura. Solo leo lo que ya leí. Pero esta vez, con BG me parece que voy a lograr salir de la trampa.

Rfa. dijo...

Me gusta lo de la "maldición de relectura", Rinconete. Yo nunca soy capaz de releer un libro. De hecho, últimamente no soy capaz ni de terminar uno. Creo que mi maldición es la de "Murakami". Todas las noches intento leer su Kafka on the shore y todas las noches me muero de aburrimiento. Pero soy incapaz de dejar un libro a medias, aunque con ello ponga en juego mi integridad intelectual.

Walter Kung Fu dijo...

Yo estoy releyendo La insoportable levedad del ser. Toma ésa. Cual adolescente.

Anónimo dijo...

"Cuando te leo hablar", me encanta, NáN, tú también me sorprendes... ¡gratamente! Seguiremos hablando...

Rinconete: ¡sal a por ella! No te arrepentirás, y luego nos cuentas si te ha gustado tanto como a nosotros.

Rfa., me he leído Kafka en la orilla (lo mío era traducción), y, qué quieres que te diga, me lo pasé muy bien leyéndola y me atrapó como Alicia en el país d ela s maravillas. De todas formas, paciencia, lo mejor todavía está por llegar (dueto Nakata y Hoshino).

A eso se le llama resucitar, querido Walter Kung Fu.

0coma5 dijo...

Es una obra de arte.

Anónimo dijo...

No te deja indeferente, no.