Cuaderno de viaje.
El cómic, como ocurre con casi todas las obras interesantes, es difícil de describir. Podría ser, por ejemplo, un retrato de nuestra querida Europa. Craig Thompson se pasó dos meses y pico pegándose la vida padre por el viejo continente, y en sus viñetas deja constancia del asombro que casi todo le produce. Al fin y al cabo, el tipo no deja de ser un paletillo de Michigan. Junto a esto, Cuaderno de viaje también pasa por ser una particular crónica del universo comiquero. Si alguno de vosotros piensa que haciendo historietas no te comes un colín, deberíais ver cómo viven los dibujantes reales que aparecen en este libro. A juzgar por los banquetes y los palacios que ofrecieron al bueno de Craig, no me extraña que se quedase tan contento.
Lo que más me ha impresionado a mí, sin embargo, ha sido el componente trágico de todo el asunto. Thompson se presenta a sí mismo como un creador atormentado por su creatividad. La sensibilidad como castigo, vamos. En una de las viñetas más importantes del libro, nuestro hombre discute con un amigo sobre el verdadero sentido de la creación. El amigo opina que si fuesen felices no dibujarían. “Si no estuviésemos tan solos, ansiosos y aislados”, le dice, “no tendríamos ninguna motivación”. Y Craig no está nada de acuerdo: “yo produzco más cosas cuando soy feliz”, argumenta. “Dibujo cosas que me hacen feliz. Estoy desesperado por reflejar toda la belleza”. La cuestión, no me lo negaréis, da para un fascinante debate: ¿qué inspira más: la felicidad o la amargura?
En el caso de Craig Thompson, como él mismo dice, la belleza es la principal fuente de inspiración. A veces, el dibujante se siente tan sobrecogido por los paisajes que dedica páginas enteras a dibujar árboles o montañas. Y ahí es donde empieza el problema. Cuaderno de viaje es, sobre todo, un testimonio amargo sobre el intento de aprehender todas las cosas bonitas que tiene la vida. “Estoy desesperado por reflejar toda la belleza”. El artista se convierte en un esclavo de su propia condición, un obseso del lápiz y el papel. Thompson, abrumado por lo que ocurre a su alrededor, se atormenta tratando de retenerlo. En el fondo es el viejo tópico del turista avaricioso que saca fotos de todo, pero mucho más sublime porque se trata de arte. El protagonista de este libro sufre cuando llega a su hotel y siente que no ha sido capaz de reflejar el tumulto de las plazas de Marrakech. A ello se suma una circunstancia impresionante: de tanto dibujar, Craig Thompson ha desarrollado una artrosis tan dolorosa que el simple acto de coger un pincel puede suponer una verdadera tortura. Y aun así, sigue dibujando. Esta concepción trágica de la creación encaja perfectamente con mi particular visión del mundo. En mi escala de valores conviven alegremente el romanticismo del artista atormentado y la fría ética del trabajo diario, así que me ha parecido honesto compartir Cuaderno de viaje con todos los que visitáis Sindrogámico. Leedlo, si podéis, y a ver qué impresión os produce a vosotros.
2 comentarios:
Pues me extraña lo que dices de la belleza, porque Blankets no me pareció un tebeo excesivamente optimista ni bello, más bien todo lo contrario... Me apunto la recomendación porque además todo el tema de diarios de dibujantes siempre me ha gustado: adoro Diario de un álbum de Dupuy y Berberian, me hace gracia Mis circunstancias de Trondheim y, si alguien pensaba que la vida de los dibujantes era aburrida, que se lea Fresa y Chocolate de Aurélia Aurita. Ufs.
hummm..parece interesante. Crees que le puede gustar a alguien que no es demasiado aficcionado a los comics? Leo pocos e intento escoger lo que me parece más selecto...
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