martes, 12 de septiembre de 2006

Las arrugas

Ayer Santi, el hijo de tres años de mi compañera de trabajo Araceli, se encontró a su padre planchando cuando volvió de su primer día de colegio. Después de quedarse un rato mirándole, le preguntó:
-Papá, ¿a dónde van las arrugas?
Pero nadie ha sabido darle una respuesta.
¿Alguien lo sabe?
El niño sigue esperando.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Las arrugas no se van a ningún sitio, lo que les pasa es que se quedan "planchadas" o "plof" después de ese baño de vapor... ¿Quién no se ha sentido arruga alguna vez?

Walter Kung Fu dijo...

Son aspiradas por la plancha y recolocadas directamente sobre la piel del aspirante a planchador.

PD: No planchéis. Cuánto más planchas, más envejeces.

mikto kuai dijo...

Las arrugas no se van nunca, permanecen inmóviles, quietas, mirandote. El otro día, mientras planchaba, las arrugas de mi camisa me miraban y jugaban conmigo. Afanosamente pasaba la plancha por encima de ellas a temperaturas que harían carbonizar mi piel, el vapor ponía la humedad, y yo la fuerza y la maña intentando hacer desaparecer esas miradas. Qué majas estas arrugas, "aqui desaparezco y... ¡plas! estoy aqui de nuevo", las mismas una y otra vez, y entonces reían y reían y me miraban jactándose.

Pensé que pudiera ser la maldita plancha, me parecen aparatos desagradables, de hecho sólo tengo una camisa y un pantalón a los que plancho, y no siempre.

El caso es que miré profundamente a mis arrugas traviesas y comprendí que no se jactaban, y que no reían sino lloraban, y que no podía hacerlas desaparecer porque las arrugas, estas arrugas, permanecen, son infinitas y polisaturadas, escabechadas, estrafalarias, mancas de tanto dolor de lavado y encima tienen urticaria y pérdida de identidad corporal con defectos de coloración en la piel. "Arrugas mías, de mi camisa", les dije, "ahí estáis y ahí os dejo, os ha tocado residir en este lugar negro y estirado asi que", cual caballero enfermo de Edad Media, continué solemne "os nombro arrugas de mi camisa y de mi corazón", y ahora las arrugas lloraban más y más, pero no de dolor, sino de la emoción. Se sentían abrazadas y sostenidas por alguien por primera vez.

Desde entonces, las arrugas de mi camisa y de mi corazón y yo, nos miramos sin dolor en los ojos, nos echamos sonrisas cómplices, y sabemos que una arruga vale más que mil planchados.

Anadja dijo...

Mikto Kuai eres el mejor.

Walter Kung Fu dijo...

Bravo, Mikto Kuai, bravo.